Ayer 16 de Septiembre de 2017, en los festejos por la independencia de Guatemala, vi en el parque a una muchacha lata, hermosa, piel blanca, muy bella de rostro, Aprox. 1.77 cms. de estatura, llevaba una bonita pulsera, botas negras y pantalon azul. Muy bella.
Indudablemente Aquí en Huehetenango hay mujeres muy bonitas.
Hispanoamericano soy-Huehuetenango, Guatemala-América del Centro- Genealogías- Blog sin percibir lucro, por amor a los libros- Saludos a todos- Cristo es mi Salvador, mi mayor tesoro y lo admiro por su obra en la naturaleza, cascadas, aves volando..." A quién tengo en los cielos, sino a Cristo"- La historia de la Reforma en España, donde gente de la más alta nobleza murió por Cristo y las historias de la Condesa Giulia Gonzaga( Italia) y Doña Leonor de Cisneros me fascinan . Hispan 3
domingo, 17 de septiembre de 2017
viernes, 1 de septiembre de 2017
CONQUISTA NUEVA ESPAÑA- BERNAL DIAZ. CAP. 2
VERDADERA HISTORIA DE LA CONQUISTA DE LA NUEVA- ESPAÑA
BERNAL DIAZ DEL CASTILLO
Madrid 1862
Imprenta deTejado
Un poco más adelante donde nos dieron aque- lla refriega que dicho tengo, estaba una placeta y tres casas de cal y canto, que eran adorato- rios, donde tenian muchos ídolos de barro, unos como caras de demonios y otros como de muje- res, altos de cuerpo , y otros de otras malas figuras; de manera que al parecer estaban ha- ciendo sodomías unos bultos de indios con otros; y dentro en las casas tenian unas arquillas he- chizas de madera, y en ellas otros ídolos de jes- tos diabólicos, y unas patenillas de medio oro,, y unos pinjantes y tres diademas, y otras piece* zuelas á manera de pescados y otras á manera de ánades, de oro bajo. Y después que lo hubi- mos visto, así el oro como las casas de cal y canto, estábamos muy contentos porque había- mos descubierto tal tierra, porque en aquel tiempo no era descubierto el Perú , ni aún se descubrió dende allí á diez y seis años. En aquel instante que estábamos batallando con los in- dios, como dicho tengo, el Clérigo González iba con nosotros, y con dos indios de Cuba se cargó de las arquillas y el oro y los ídolos, y lo llevó al navio; y en aquella escaramuza prendimos dos indios, que después se bautizaron y volvie- ron cristianos, y se llamó el uno Melchor y el otro Julián, y entrambos eran trastabados de los ojos. Y acabado aquel rebato acordamos de nos volver á embarcar, y seguir las costas ade- lante descubriendo hacia donde se pone el sol; y después de curados los heridos , comenzamos á dar velas. CAPITULO III. PEL DESCUBRIMIENTO DE CAMPECHE. Como acordamos de ir la costa adelante hacia el Poniente, descubriendo puntas y bajos y an- cones y arrecifes, creyendo que era isla, como nos lo certificaba el piloto Antón de Alaminos, íbamos con gran tiento, de dia navegando y de noche al reparo y parando; y en quince dias que fuimos desta manera, vimos desde los navios un pueblo, y al parecer algo grande, y habia cerca del gran ensenada y bahía; creímos que habia rio ó arroyo donde pudiésemos tomar agua, porque teníamos gran falta della; acabábase la de las pipas y vasijas que traíamos, que no ve- nían bien reparadas; que, como nuestra armada era de hombres pobres, no teníamos dinero cuanto convenia para comprar buenas pipas; faltó el agua, hubimos de saltar en tierra junto al pueblo, y fué un domingo de Lázaro, y á esta causa le pusimos este nombre, aunque supimos que por otro nombre propio de indios se dice Campeche; pues para salir todos de una barca- da, acordamos de ir en el navio más chico y en los tres bateles, bien apercebidos de nuestras armas, no nos acaeciese como en la Punta de Cotoche. Porque en aquellos ancones y bahías mengua mucho lámar, y por esta causa dejamos los navios anclados más de una legua de tierra, y fuimos á desembarcar cerca del pueblo, que estaba allí un buen paso de buena agua, donde los naturales de aquella población bebían y se servían del , porque en aquellas tierras, se- gún hemos visto , no hay rios ; y sacamos las pipas para las henchir de agua y volvernos á los navios. Ya que estaban llenas y nos queríamos embarcar, vinieron del pueblo obra de cincuenta indios con buenas mantas de algodón, y de paz, y á lo que parecía debían ser caciquos, y nos decían por señas que qué buscábamos, y les di- mos á entender que tomar agua é irnos luego á los navios, y señalaron con la mano que si ve- níamos de hacia donde sale el sol, y decían Casti lan, Castilan, y no mirábamos bien en la pláti- ca de Castilan, Castilan. Y después destas pláti- cas que dicho tengo, nos dijeron por señas que fuésemos con ellos á su pueblo, y estuvimos to- mando consejo si iriamos.
Acordamos con buen concierto de ir muy so- bre aviso, y lleváronnos á unas casas muy gran- des, que eran adoratorios de sus ídolos y esta- ban muy bien labradas de cal y canto, y tenían figurados en unas paredes muchos bultos de serpientes y culebras y otras pinturas de ídolos, y al rededor de uno como altar, lleno de gotas de sangre muy fresca; y á otra parte de los ído- los tenian unas señales como á manera de cru- ces, pintados de otros bultos de indios; de todo lo cual nos admiramos, como cosa nunca vista ni oida. Según pareció, en aquella sazón habían sacrificado á sus ídolos ciertos indios para que les diesen vitoria contra nosotros, y andaban muchos indios é indias riéndose y al parecer muy de paz, como que nos venían á ver; y como se juntaban tantos, temimos no hubiese alguna zalagarda como la pasada de Gotoche; y estan- do desta manera vinieron otros muchos indios, que traían muy ruines mantas, cargados de car- rizos secos, y los pusieron en un llano, y tras estos vinieron dos escuadrones de indios fleche- ros con lanzas y rodelas, y hondas y piedras, y con sus armas de algodón, y puestos en concierto en cada escuadrón su capitán, los cuales se apartaron en poco trecho de nos- otros; y luego en aquel instante salieron de otra casa, que era su adoratorío diez indios, que traian las ropas de mantas de algodón largas y blancas, y los cabellos muy grandes, llenos de sangre y muy revueltos los unos con los otros, que no se les pueden esparcir ni peinar si no se cortan; los cuales eran Sacerdotes de los Ídolos, que en la Nueva-España comunmente se llaman Papas; otra vez digo que en la Nueva-España se llaman Papas, y asilos nombraré de aquí ade- lante; y aquellos Papas nos trujeron zahume- rios, como á manera de resina, que entre ellos llaman copal, y con braseros de barro llenos de lumbre nos comenzaron á zahumar, y por señas nos dicen que nos vamos de sus tierras antes que á aquella leña que tienen llegada se ponga fue- go y se acabe de arder, sino que nos darán guer- ra y nos matarán. Y luego mandaron poner fue- go á los carrizos y comenzó de arder, y se fue- ron los Papas callando sin más nos hablar, y los que estaban apercibidos en los escuadrones em- pezaron á silbar y á tañer sus bocinas y ataba lejos.
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