HUEHUETENANGO, SABADO 26 AGOSTO 2017
Hispanoamericano soy-Huehuetenango, Guatemala-América del Centro- Genealogías- Blog sin percibir lucro, por amor a los libros- Saludos a todos- Cristo es mi Salvador, mi mayor tesoro y lo admiro por su obra en la naturaleza, cascadas, aves volando..." A quién tengo en los cielos, sino a Cristo"- La historia de la Reforma en España, donde gente de la más alta nobleza murió por Cristo y las historias de la Condesa Giulia Gonzaga( Italia) y Doña Leonor de Cisneros me fascinan . Hispan 3
sábado, 26 de agosto de 2017
miércoles, 23 de agosto de 2017
domingo, 13 de agosto de 2017
LA CONSTANCIA TODO LO VENCE
LA CONSTANCIA TODO LO VENCE
EN MIS TIEMPOS de muchacho, mi principal defecto era la inconstancia: cualquier dificultad me hacía desistir de la empresa que tuviese entre manos.
Cierta noche, mi padre tomó una tabla y una navaja, y me las entregó, diciéndome: «haz una raya de punta a punta».
Así que le hube obedecido, guardó ambas cosas en su escritorio. A la noche siguiente, volvió a entregármelas, me pidió que repitiera la misma operación; y en cuanto lo hice, volvió a guardarlas.
Al cabo de varias noches, cuando la raya que la navaja había ido ahondando cada vez más, partió la tabla en dos pedazos, mi padre se quedó mirándome, y me dijo:
—Nunca hubieras creído que era tan fácil, ¿verdad? Pues lo mismo pasa con todo en la vida. ¡Hay que tener constancia, muchacho!
La lección, por lo práctica, resultó inolvidable, hasta para un niño de diez años, como era yo entonces.
Noah Semenoff
EN MIS TIEMPOS de muchacho, mi principal defecto era la inconstancia: cualquier dificultad me hacía desistir de la empresa que tuviese entre manos.
Cierta noche, mi padre tomó una tabla y una navaja, y me las entregó, diciéndome: «haz una raya de punta a punta».
Así que le hube obedecido, guardó ambas cosas en su escritorio. A la noche siguiente, volvió a entregármelas, me pidió que repitiera la misma operación; y en cuanto lo hice, volvió a guardarlas.
Al cabo de varias noches, cuando la raya que la navaja había ido ahondando cada vez más, partió la tabla en dos pedazos, mi padre se quedó mirándome, y me dijo:
—Nunca hubieras creído que era tan fácil, ¿verdad? Pues lo mismo pasa con todo en la vida. ¡Hay que tener constancia, muchacho!
La lección, por lo práctica, resultó inolvidable, hasta para un niño de diez años, como era yo entonces.
Noah Semenoff
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