martes, 24 de julio de 2018

SOBRE HUEHUETENANGO COLONIAL-Interesante

 __Fragmento_________________________________________________________________________________

Nueve cartas de amor y un testamento inesperado. Lo público de la vida privada en la Guatemala dieciochesca

Mario Humberto Ruz

CEM, IIFL y UACSHUM, CH, UNAM.
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El ocho de junio de 1750 don Miguel Francisco Morán de la Vandera, originario de Gijón y avecindado en Santiago de Guatemala, obtuvo el real decreto que amparaba haber ingresado en la Tesorería los 5800 pesos fuertes que le allanaban el camino para suceder a don Félix de Elías Zaldívar como alcalde mayor de Huehuetenango y Totonicapan. El 29 de julio el rey Fernando VI firmaba en el Buen Retiro el título correspondiente y tres días después "tomaron la razón del real título los contadores de cuentas del Consejo Real de Las Indias",al tiempo que se le notificaba estarse ordenando al
presidente, y a los oidores de la expresada Audiencia de las provincias de Guatemala,y a los demás ministros, juez y justicia de ellas, que como a tal alcalde mayor os guarden y hagan guardar todas las honras, gracias, mercedes, franquezas, libertades, exenciones, preeminencias, inmunidades y prerrogativas que os tocan, sin limitación alguna, dando la residencia en mi Real Audiencia de Guatemala, como se ha hecho [hasta] ahora con vuestros antecesores....
El rico mercader asturiano inició los preparativos para retornar a Guatemala después de más de dos años de ausencia. Sin duda estaría contento. Además de tener afectos que lo esperaban en Santiago de Los Caballeros, no era poca cosa lo obtenido ni había sido tan sencillo lograrlo.
Para alguien no muy avispado, la alcaldía mayor de Huehuetenango y Totonicapan podría parecer plato poco apetecible. Zona montañosa y fría -con bosques de coníferas, cedrales y roblares demasiado alejados de la capital como para hacer redituable su corte y acarreo, páramos desolados apenas aptos para criar ovejas, y algunos valles intermontanos, fértiles pero pequeños, donde se apretujaban los cultivos de maíz de su relativamente densa población india- no era, ni de lejos, tan rica como sus vecinas: Quetzaltenango o Los Suchitepéquez; podría incluso considerársele muy pobre si se comparaba con las alcaldías del Reino donde florecía el añil. De tal opinión era su teniente general, don Joseph Antonio de Aldama, quien en respuesta a la real cédula del 19 de julio de 1741 informó que en la Alcaldía a su cargo había apenas dos valles de españoles y 48 pueblos de indios, sin "cosa digna de memoria." Hasta los frailes mercedarios se quejaban de que se les hubiese asignado zona tan miserable y abrupta para doctrinar.
Pero lo que le faltaba en producción lo suplía en trasiego de comerciantes. Paso obligado a la alcaldía mayor de Chiapa, y desde allí a la Audiencia de México por la alcaldía deTabasco, era la ruta expedita para el puerto de Campeche y otra forma de llegar a Veracruz, aunque menos práctica que subir por el istmo después de atravesar los terrenos llanos de Soconusco y el Despoblado de Tonalá. Por caminos reales y senderos se apretujaban las recuas de muías, compradas en Los Llanos de Chiapa o en Oaxaca, cargadas de los productos de la región e incluso de más allá.
Bien lo percibió Joseph de Olavarrieta, quien en un informe firmado en Huehuetenango el 4 de junio de 1740, destacaba cómo entre los 39 1/2 tributarios indios y los más de 20 vecinos españoles, 25 familias de mestizos y cinco de mulatos de Huehuetenango, varios se entretenían "en vender cacao y otros frutos", mientras que en San Pedro Necta (dividido por sólo una calle de Santo Domingo Osumacinta), "las indias hacen mantas y los indios son tratantes en las provincias de Chiapa y Soconusco." Por su parte los de Santa Ysabel  acudían a la plaza de San Antonio Suchitepéquez, con gallinas y otros frutos, trayendo al regreso "cacao y algodón para las mantas que tejen sus mujeres" y los de San Sebastián Huehuetenango se dedicaban a hacer "mantas que llevan a vender a la ciudad de Guatemala y otras partes."
Pueblos vinculados a la industria textil eran también Santa Ana Huista, San Cristóbal Totonicapán, famoso por sus jarguetas y sus trabajos en lana; Malacatán, cuyos indios vendían en la cabecera el algodón que sus mujeres reducían a hilo; San Gaspar Chajul, donde las mujeres hilaban "continuamente y lo mandan a la capital", mientras que los hombres confeccionaban "chiquigüites y otras menudencias de un bejuco delgado que tienen." Los de Santa María Chiquimula destacaban en el tejido de frazadas listadas, además de ir "continuamente [...] a la lisa de San Antonio con sus gallinas de Castilla y de la tierra, y ocote." Los de San Miguel Totonicapán, además de sembrar abundante trigo, tejían "jarguetas y otras cosas que llevan a Guatemala", y habían descollado de tal modo en los trabajos de carpintería, sillería y cerámica, que tenían gremios de cada una de esas actividades. Y ni qué decir de los tejedores de Momostenango, sin duda los más prolíficos y afamados, que contaban con importantes hatos de muías para comerciar sus tejidos.
La vecina Gobernación de Soconusco sabía de las continuas visitas de los habitantes de San Andrés Cuilco, quienes llevaban allí su panela; los de Colotenango, tratantes de frutas y gallinas, mientras los de Ostaguacán aparecían a menudo vendiendo las mantas que tejían sus mujeres. Por la alcaldía de Chiapa era común ver a los de Soloma compitiendo con los de Coatán por vender el trigo que se cosechaba en ambos pueblos, y afanándose además en el trato de cacao y algodón.
Al igual que los de San Antonio Güista [Huixta], los de Purificación Jacaltenango mercadeaban maíz, tabaco y miel, destacando las colmenas del segundo pueblo "porque tienen muchas, y buena salida de la miel y la cera"), mientras que las mujeres de Güista, aprovechando el que su pueblo estuviese en el camino real, hacen totopostes y otras vendimias para los pasajeros." Chiantla y San Francisco el Alto coincidían en la factura y venta de cal. Otros, en cambio, no tenían que competir dada la singularidad de sus productos. Los de Acatan, por ejemplo, eran únicos en hacer "soyacales de palma, que es un modo de capa con que los indios caminan cuando hay agua." Hombres y mujeres de San Francisco Motosinta, pueblo "caliente, seco y fúnebre" con apenas cuatro tributarios, gozaban de reconocimiento por sus "esteras coloradas" y el apreciado copal que obtenían de los árboles. Aguacatán se singularizaba por sus "muchas vacas y ovejas", la panela que fabricaba con caña dulce, y sobre todo por tener "una mina de yeso que sirve para los pintores y doradores." Hasta los de Cunén, calificados como "muy dejativos [pues] aunque tienen buenas tierras sólo se aplican a sembrar maíz", eran famosos por "hacer escobas que sirven de barrer."
Lugar especial ocupaban los poseedores de minas de sal. Así, los de Sacapulas eran reputados como "grandes tratantes en la provincia de San Antonio [Suchitepéquez], llevando sal de unas salinas que tienen en la superficie de la tierra, en las orillas de dicho río", además de fabricar "mucha jarcia", y dado que su sal, buena para la cocina, se consideraba inservible para los ganados, "porque tiene poca actividad", no se preocupaban por competir con los de San Mateo Ixtatán, pueblo 'lluvioso y melancólico", que tenía "dos pozos grandes de que mana copiosa agua de sal. Ésta, con mucha facilidad, la ponen al fuego y luego se congela y toma cocimiento." La industria era tan redituable que se cuidaban celosamente los pozos ("están debajo de tapias y techo de teja, con sus puertas") y su explotación, pues había tres llaves de dichos accesos: "que la una tienen los alcaldes, otra los indios principales y otra los indios maceguales y así, sin que todos concurran, no pueden abrirse." El agua se repartía a los naturales por semanas, "y de dicha sal sacan mucho dinero, pues no se proveen de otra este Partido y el de Quezaltenango para el crecido número de ganado ovejuno que hay, y para los demás ganados de que se componen las haciendas de campo." No era de extrañar que, a más de algunas ovejas, tuviesen "muchas muías de carga" para comerciar sal y sus afamados petates blancos de palma. El comercio era tan floreciente que a él concurrían los de San Juan Ixcoy, comprando sal en Ixtatán para venderla en Quetzaltenango y comprar a cambio cacao y algodón que revendían por los pueblos de la Alcaldía.
Comerciantes eran también los de Nebaj, los de Uspantán: "aplicados a ser tratantes, vendiendo siempre cacao, achiote y otros frutos" que acarreaban en sus numerosas muías, y los de San Andrés Jacaltenango, aunque éstos ni siquiera se preocupaban por salir de su pueblo: hasta él acudían los vecinos ávidos por adquirir sus famosos trabajos de jarcia. Ganaderos eran en cambio los españoles, mestizos y algunos negros que poblaban los valles de Sihá y Sahcahá.
En resumen, en las 70 leguas de longitud y 53 de latitud que componían la jurisdicción, y con la única y temporal excepción de Todos Santos y San Martín, ambos de apellido Cuchumatán e igualmente destruidos por severas epidemias, florecía el comercio, no por dedicado a productos pequeños menos significativo.
Ésa era sin duda la visión que había alentado a un mercader nato como don Miguel para hacer viaje hasta España y desembolsar casi 6000 pesos (a más de lo erogado en el viaje) a cambio de la seguridad de controlar la Alcaldía por un salario tan raquítico como el de 333 pesos y 2 reales anuales -de los que habría que deducir por adelantado la media anata "con más el 18% por la conducción del todo a estos reinos"-una vez que Elias Zaldívar cesase en su cargo, años más tarde. Ya se encargaría su probada capacidad de comerciante emprendedor y disciplinado de hacer redituable el desembolso, pese a la prohibición real de que los alcaldes "contratasen" con los vecinos de la Alcaldía.
Si don Miguel hubiera salido airoso de la prueba es algo que nunca sabremos. El 14 de noviembre de 1761, en lugar suyo, Tiburcio Angel de Toledo, juraba ante la Real Audiencia,
por Dios nuestro señor y una señal de su santa cruz en forma de Derecho, so cargo del cual [juramento] prometió defender el misterio de la pura y limpia concepción de Nuestra Señora, usar bien y fielmente el oficio de alcalde mayor del Partido de Güegüetenango y Totonicapán, administrando justicia a las partes que la pidieren, observando las leyes del Reino y lo prevenido y mandado en dicho real título [de alcalde mayor] sin faltar a ello en manera alguna ni llevar derechos demasiados a las partes; ningunos a su majestad (que Dios guarde), a los indios ni a los pobres de solemnidad. Y de no tratar ni contratar por sí ni por interpósitas personas con los vecinos y nativos de su jurisdicción, guardando las provisiones en esta razón establecidas.
Don Tiburcio tomó posesión de la Alcaldía por dos imprevistos que ni remotamente imaginaba cuando, a su vez, compró los derechos a ella hacia 1752. El más inmediato fue la renuncia de Joachín de Montúfar (14 de julio de 1756) y el más antiguo la muerte de don Miguel Morán, acaecida en Veracruz la primera semana de junio de 1751, según hizo constar el cura del puerto, don Miguel Francisco de Herrera, quien -a solicitud del flamante alcalde mayor- apuntó cómo:
[...] en un libro de papel común, forrado en badana colorada, en el que se asientan las partidas de entierros de españoles [...], al folio 23, se halla la siguiente partida:

"En la ciudad de La Nueva Vera Cruz, en 8 de junio de 1751 años, en la iglesia parroquial, título La Asunción de Nuestra Señora, se le dio sepultura eclesiástica al cuerpo de don Miguel Francisco Morán de La Vandera, español soltero, natural de Asturias, quien testó en Goatthemala.

Recibió los santos sacramentos de penitencia y extremaunción, a cuyo entierro asistí yo, don Manuel Mendes deTholedo, teniente de cura en dicha parroquia, y lo firmé."
No fue don Tiburcio Ángel el único interesado en demostrar que Morán había muerto; ocho años antes que él lo hizo el jesuita Juan Miguel de Cartagena,quien, amparado con un nombramiento de abogado testamentario, se apresuró a hacer válido el poder que años atrás le había otorgado el mercader para disponer de sus bienes en caso de fallecimiento. Ni tardo ni perezoso, el religioso se aplicó a la tarea de transferir buena parte de los cuantiosos caudales a las arcas de la Compañía de Jesús. En efecto, por las acciones emprendidas ante el Juzgado de Bienes de Difuntos, nos enteramos que en julio de 1751 Cartagena obtuvo licencia de su superior eclesiástico para ocuparse del caso,tras lo cual se presentó ante un escribano en la ciudad de Guatemala a fin de iniciar los trámites tendientes a cumplir la voluntad del difunto.
En el amplio poder otorgado en 1747, don Miguel apuntaba ser hijo legítimo de don Fernando Morán de la Bandera y doña Catharina de Baldez Llanos, ambos ya difuntos, vecinos de la villa de Guijón en el Principado de Asturias, y estar próximo a realizar un viaje a la ciudad de México y el puerto de Acapulco "a negociaciones de mi utilidad y conveniencia. Y temiéndome de la muerte, como cosa natural a toda criatura viviente, y que no me coja desprevenido de manifestar las expresiones de mi última voluntad, de que resultarían las inconsecuencias que regularmente se experimentan de ésta y otras omisiones", había decidido encargar a Cartagena la distribución de su fortuna.
pañía:

lunes, 16 de julio de 2018

66-70 CIENTIFICOS CREYENTES EN DIOS

66. 
Galileo GALILEI 
(1564 - 1642) 
“Padre de la ciencia moderna” 
(junto a Newton) 
Astronomía 
Matemáticas y física 
Filosofía y teología 
En numerosos escritos personales y correspondencia a 
sus cercanos; especialmente, la “Carta a la Gran 
Duquesa Cristina de Toscana” y las “Cartas 
Copernicanas”. 

67. 
Pierre GASSENDI 
(1592-1655) 
CoUés>e de France 
Astronomía 
Matemáticas y física 
Filosofía 
Su actividad religiosa como sacerdote. 

68. 
Cari Friedrich GAUSS 
(1777-1855) 
Miembro de la Royal Society 
Miembro de la Real Academia 
de San Petersburgo y de Sueca 
Medalla Copley 1838 
Matemáticas 
Álgebra, Astronomía 
Estadística, Geofísica, 
Electrostática, 
Óptica, Geodesia, 
Geometría diferencial 
Sus creencias se documentan en Cari Friedrich Gauss: 
Titán of Science (1955): Religio Scientiae. Declaró 
firmes creencias en la vida después de la muerte, dijo 
que la relación con Dios es “infinitamente más 
importante” que las mismas matemáticas. 

69. 
Pamela L. GAY 
(1973-) 
Directora de CosmoQuest 
Astronomía 
Astronomía galáctica 
En su artículo “This 1 Believe” (2012) 

70. 
William GILBERT 
(1544-1603) 
“Padre de la ingeniería 
eléctrica” 
“Padre del magnetismo” 
Astronomía 
Filosofía natural 
Física 
Electricidad 
Electrostática 
Magnetismo 
Magnetismo terrestre 
Filosofía de la ciencia 
Medicina 
En su obra magna De Magnete, Magneticisque 
Corporibus, et de Magno Magnete Tellure (Véase su 
traducción al inglés, 2013), reconoció la existencia del 
alma y afirmó que Dios gobierna todas las cosas (p. 
131); confesándole como el Creador (p. 311 ), dijo que 
"Por la maravillosa sabiduría del Creador, se 
implantaron fuerzas en la tierra, fuerzas animadas 
principalmente, con el fin de que el mundo pueda, con 
firmeza, tener dirección, y que sus polos puedan ser 
opuests, de modo que en ellos, como en los extremos 
de un eje, pueda llevarse a cabo el movimiento de 
rotación diurna" (p. 329).