martes, 25 de septiembre de 2018

VELORIOS EN IRLANDA-1949

VELORIOS EN IRLANDA
(Condensado de «Esquire»)
Por John McCarthy
 SELECCIONES DEL READER'S DIGEST   
 Mayo de 1949
PARTE CONSIDERABLE de la vida social,de Irlanda gira en torno de los velorios, fiestas que guardan escasa relación con los funerales cristianos y que despiertan en la gente interés aún mayor que el cine o la política. En la rústica comarca del condado de Donegal, por ejemplo, concurren a los velorios aldeas enteras. No bien llega la noticia del fallecimiento de un pariente, todos los del clan hacen provisión de comida, licores y cerveza fuerte, en cantidades suficientes para varios días; se reunen en un lugar apropiado y emprenden la marcha hacia la casa del difunto. Alli pasan la primera noche entregados a lúgubres lamentaciones.
La lamentación, esto es, el acto de llorar a gritos a los difuntos, constituye una de esas antiquísimas costumbres irlandesas anteriores a la era cristiana que han sobrevivido a la época de la dominación de Roma y a aquélla en que Irlanda recibió el cristianismo. Agrupados en torno del ataúd, los parientes lloran y lanzan a coro horripilantes gemidos que conmueven hasta lo más hondo a cuantos los escuchan. A quien los oiga por vez primera—aun cuando se halle tan lejos de la casa mortuoria como estaba yo cierta noche de verano—le costará trabajo relacionar esos lamentos con cosa alguna que haya oído en su vida. Son tan primitivos, tan tétricos, tan paganos, que momentos hay en que casi trasportan al oyente a los lejanísimos tiempos en que los druidas celebraban sus ceremonias en lo alto de los cerros vecinos.
En las noches siguientes visitan a la familia los amigos del difunto. Todos los vecinos del lugar y los de las aldeas cercanas se sienten llamados a considerarse como tales. Al entrar en la casa el visitante va derecho a arrodillarse al lado del ataúd para rezar por unos minutos. Los deudos más próximos del difunto permanecen alineados a corta distancia. Luego que concluye de rezar, el recién llegado pasa a darles el pésame. Hecho esto se retira a una de las habitaciones interiores, toma asiento y se dispone a gastar la noche en animada tertulia. Los hombres se reunen en una habitación; las mujeres, en otra.
En Irlanda el varón es todavía persona privilegiada. Así pues, en la sala de los hombres hay comida, whisky y cerveza en abundancia; docenas de pipas de barro sin estrenar, y gran cantidad de tabaco. Después de dedicarle unas frases elogiosas al difunto y de deplorar pérdida tan sensible, los circunstantes llenan las pipas y empiezan a dar cuenta de las viandas, del licor, de la cerveza. La conversación va animándose. ¡Ha comenzado el velorio! Discuten acerca de todo lo imaginable; traen a cuento la vida de cuanto hombre público y simple ciudadano hay en Irlanda para dejar su reputación hecha una lástima. Sólo cuando amanece se les ocurre que es ya hora de suspender la murmuración y marcharse a casa. Lo cual hacen, aunque no de muy buena gana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario