Hispanoamericano soy-Huehuetenango, Guatemala-América del Centro- Genealogías- Blog sin percibir lucro, por amor a los libros- Saludos a todos- Cristo es mi Salvador, mi mayor tesoro y lo admiro por su obra en la naturaleza, cascadas, aves volando..." A quién tengo en los cielos, sino a Cristo"- La historia de la Reforma en España, donde gente de la más alta nobleza murió por Cristo y las historias de la Condesa Giulia Gonzaga( Italia) y Doña Leonor de Cisneros me fascinan . Hispan 3
viernes, 24 de julio de 2020
ORACION 3
ORACIONES 2
ORACION DEL 20 DE ENERO DE 2019
Ciertamente con tus ojos mirarás
Y verás la recompensa de los impíos.
91:9 Porque has puesto a Jehová, que es mi esperanza,
Al Altísimo por tu habitación,
91:10 No te sobrevendrá mal,
Ni plaga tocará tu morada.
91:11 Pues a sus ángeles mandará acerca de ti,
Que te guarden en todos tus caminos.
91:12 En las manos te llevarán,
Para que tu pie no tropiece en piedra.
91:13 Sobre el león y el áspid pisarás;
Hollarás al cachorro del león y al dragón.
PREPAREMOS NUESTRO CAMINAR EN EL 2019
VIENE TU PRIMAVERA
Domingo 9 de Diciembre de 2018
Profecia dada por una hermana en Iglesia Verbo Huehuetenango
"...VIENE TU PRIMAVERA, TUS RENUEVOS VERDES Y VIGOROSOS, ...COMO LA AVECILLA CANTA EN EL BOSQUE-SE TE DEVOLVERÁ LO QUE EL ENEMIGO TE ROBÓ-YO TE SOSTENGO COMO ÁGUILA EN EL PEÑASCO, -
Domingo 9 de Diciembre de 2018
: Preparad camino a Jehová Isa- 40.3
PREPARAD CAMINO.
Tú coronas el año con tus bienes Salmos.
PREPAREMOS Y CORONEMOS EL CAMINO Y EL AÑO 2019
Agenda de Peticiones de Oración de cada mes en especial para el país indicado a continuación
ENERO-MISERICORDIA-ALEMANIA
FEBRERO-JUSTICIA-CHILE
MARZO-ALABANZA-GUATEMALA
ABRIL-JÚBILO-ISRAEL
MAYO-TEMPLANZA-ESTADOS UNIDOS
JULIO-REVELACION PROFETICA- RUSIA
AGOSTO- GOZO- CENTROAMERICA
SEPTIEMBRE-AVIVAMIENTO-BRASIL
OCTUBRE-RENUEVO-MÉXICO
NOVIEMBRE-PAZ-COLOMBIA
DICIEMBRE- BUSQUEDA DE DIOS-AMERICA DEL SUR
No olvidemos orar en general por todos los países para que el evangelio llegue con poder- Paiíses musulmanes, China, japón y el resto de Asia.
ORACIONES 1
PREPARAD CAMINO.
Tú coronas el año con tus bienes Salmos.
PREPAREMOS Y CORONEMOS EL CAMINO Y EL AÑO 2019
Agenda de Peticiones de Oración de cada mes en especial para el país indicado a continuación
ENERO-MISERICORDIA-ALEMANIA
FEBRERO-JUSTICIA-CHILE
Amén.
SEÑOR, por llegar al 31 de Enero de 2019
Ruego tu Misericordia para la nación de Alemania, r demás países de Europa.
En el Nombre de Jesucristo.
Amén
MI GUIA DE PUBLICACIONES
DE ORACION 2019
PREPAREMOS NUESTRO CAMINAR EN EL 2019
VIENE TU PRIMAVERA
Domingo 9 de Diciembre de 2018
Profecia dada por una hermana en Iglesia Verbo Huehuetenango
"...VIENE TU PRIMAVERA, TUS RENUEVOS VERDES Y VIGOROSOS, ...COMO LA AVECILLA CANTA EN EL BOSQUE-SE TE DEVOLVERÁ LO QUE EL ENEMIGO TE ROBÓ-YO TE SOSTENGO COMO ÁGUILA EN EL PEÑASCO, -
Domingo 9 de Diciembre de 2018
: Preparad camino a Jehová Isa- 40.3
PREPARAD CAMINO.
Tú coronas el año con tus bienes Salmos.
PREPAREMOS Y CORONEMOS EL CAMINO Y EL AÑO 2019
Agenda de Peticiones de Oración de cada mes en especial para el país indicado a continuación
ENERO-MISERICORDIA-ALEMANIA
FEBRERO-JUSTICIA-CHILE
MARZO-ALABANZA-GUATEMALA
ABRIL-JÚBILO-ISRAEL
MAYO-TEMPLANZA-ESTADOS UNIDOS
JULIO-REVELACION PROFETICA- RUSIA
AGOSTO- GOZO- CENTROAMERICA
SEPTIEMBRE-AVIVAMIENTO-BRASIL
OCTUBRE-RENUEVO-MÉXICO
NOVIEMBRE-PAZ-COLOMBIA
DICIEMBRE- BUSQUEDA DE DIOS-AMERICA DEL SUR
No olvidemos orar en general por todos los países para que el evangelio llegue con poder- Paiíses musulmanes, China, japón y el resto de Asia.
ORACION DEL 3 DE ENERO DE 2019
EDISSA O LOS ISRAELITAS DE SEGOVIA
15-2-20
EDISSA O LOS ISRAELITAS DE SEGOVIA
Ldo. CALIXTO DE ANDRÉS
CUENCA, ESPAÑAPublicado en 1875
CAPÍTULO II Renovación de una promesa, Junto a la puerta de la muralla, que llaman de San Juan, existía una modesta y sencilla easa, cuyo escudo de deiedra en su frontispicio indicaba que pertnecia á un noble Segoviano. Su arqueada puerla daba entrada á un hermoso patio enlosado con grandes y bien labradas piedras de las canteras inmediatas. A la derecha estaba la escalera aue conducia á las habitaciones interiores, mediante una espaciosa galería adornada de trecho en trecgo con cuadros en la paieed y con tiestos en el antepecbo. En una sala con balcones A un lindo jardin, tapizada con li- gera alfombra y decorada con muebles antiguos. se bailaba, la tarde que dijmos en el capítulo nnlerior, una joven decente- mente vestida, cuyas facciones revelaban candor y pureza y que se ocupaba en leer en un libro bastante voluminoso con cubiertas de pergamino. No estaba tan absorta en la lectura, que no le- vantara de vez en cuando la cabeza, ya para observar que el día finalízaba por momentos, ya para escucbar si sentía pa- sos en la imnediata galería. Debía esperar á una persona de su familia, que tal vez no solía tanto tardar tanto a venir, sintiendo se aumentaba su ansiedad cada minuto que se retrasaba y no aparecia por los umbrales de la puerta. Al fin se abre ésta y entra el caballero de la escena anterior, dando las buenas tar- des á su bermana. que le responde visiblemente conmovida. — !Cuánto has tardado. Walonso! ¿Te ha sucedido algún mal? — A mí no, querida Emilia; pero ha sido tal la escena que he presenciado, que me ha detenido á mi pesar, llagando profun- damente mi alma. —¿Pues qué ha ocurrido, Walonso? preguntó Emilia. — Atiende, respondió este, exhalando un profundo suspiro. La lucha que parecía extinguida entre judíos y cristianos me parece que vuelve á reproducirse con más fuerza. Sin ir más lejos, esta tarde quería el populacho asesinar á dos hehreos. porque casualmente atropellaron á un niño con sus cahallos. Dios me condujo al sitio de la catástrofe y pude evitar un bor- ron para el nomhre de cristiano.
— No esperaha menos de tu hondad, exclamó Emilia. El Se- ñor te recompensará, porque has cumplido con tu deher. — No solo he cumplido con mi deber, replicó Walonso, sino que he llenado una promesa que tenemos hecha. — ¿Yo también, Walonso, le dijo su hermana? No recuerdo qué promesa es esa de que hablas. — Y del autor de nuestros días, ¿le acuerdas algo, la pregun- tó su hermano? — Aunque débiles, respondió Emilia, conservo aún algunas ideas. Paréceme que le veo todavía sentado en ese sillón, desde donde me enseñaba con tanta dulzura los misterios de nuestra santa Religión, ó paleándose por el jardín y pidiéndome que le cortase alguna flor, para tener el gusto de percibir su olor. — Y de su muerte, volvió á preguntarla su hermano, ¿tienes algún recuerdo? —Pocos, replicó Emilia, porque yo era muy niña y aquel su- ceso pasó como un relámpago, que apenas se vé, desaparece luego. —¿Tendrás ahora valor para oír una detallada relación de aquel lance, dijo Walonso á Emilia? — Dios me la dará, hermano mío, contestó esta. —Pues oye y graba en tu alma lo que voy á referirte. Mientras este pequeño diálogo, la noche se había echado en- cima y Veremundo, el escudero de la casa, había entrado una vela encendida y cerrado los cristales de los balcones. El súbi- to fulgor de la luz hirió las pupilas de los hermanos, que, conociendo lo avanzado de la hora, se dispusieron á rezar las oraciones de costumbre. Concluido este acto tan cristiano, que dedica al Señor las primicias de la noche, como el de la maña- na las del dia, reanudaron su conversación, expresándose así el caballeroso Walonso. Diez años hace hoy que me hallaba en mi cuarto limpiando las armas que me ciñera nuestro buen padre, cuando he aquí que llama mi atención un sordo rumor, interrumpido por los pasos más precipitados de algunas personas y los débiles que- jidos de alguno que padecía horriblemente. No pudiendo con- tener mi ansiedad, salgo de mi estancia, atravieso la galería, entro en esta sala y veo ahí, en esa alcoba, á nuestro querido Padre, pálido y demacrado, pero lleno de resignación y oyendo con docilidad cristiana las exhortaciones de un sacerdote. Ape- nas reparó en mí, pide que le dejen solo por un momento, me llama, me ruega que le lleve á tí también y, cuando nos tuvo á su lado, nos dice con voz entrecortada por los sollozos: «Hijos míos; os dejo una modesta fortuna, pero en cambio un honor sin mancilla. os encargo más que améis á Dios sobre to- das las cosas y al prójimo como á vosotros mismos. Aunque sea vuestro mayor enemigo, no titubeis en hacerle bien, siem- pre que podáis. ¿Veis esta sangrienta herida que atraviesa mi pecho? Pues la acabo de recibir de un hombre á quien iba á salvar; sin embargo le perdono y ruego á Dios no le impute su pecado. ¿Vosotros me prometeréis obrar del nnsmo modo con vuestros enemigos? — Sí lo prometemos, contestamos nos- otros. — Pues ya no me resta más que morir tranquilo, reti- raos para que me den los santos Sacramentos.» Llorosos y afli- gidos nos retiramos, para hacer lugar al sacerdote, que le con- fesó, le trajo el Sagrado Viático, le administró luego la santa Unción, y concluido este acto, nos volvió á llamar para echar- nos su bendición, durmiéndose luego plácidamente en el Señor. Emilia, la preguntó Walonso después de este reíalo, ¿quieres renovar ahora aquella promesa? La jóven miró al crucifijo, que tenían sobre la mesa, y ropuesUi de la emoción que la causara un recuerdo tan tris- te, roplicó llena de cristiana resolución. — Sí. Walonso, ahora repetiré con firmeza lo que entonces pronunciara con balbucientes labios. — Poro, ¿has considerado, le hizo observar este, los escollos que rodean al cristiano en este mundo? Has pensado que te procurarán impedir el cumplimiento de esa promesa el mundo con su mentida honra, pues tacha de mentecatos á los que no lavan con sangre las injurias recibidas, la carne con sus pasiones de ira, venganza y satisfacción en la desgracia de su enemigo y el demonio sobre todo haciendo levantarse el amor propio herido contra todos los buenos propósitos? ¿Has pesado bien todos estos inconvenientes? ¿Y qué, hermano mío, preguntó á su vez Emilia, no habrá también incalculables ventajas en perdonar al enemigo? — Sí, la contestó Walonso. Tienes en ese acto la victoria más completa de tí misma y por consiguiente el placer que se sigue al triunfo de las pasiones. Tienes la satisfaccjon de haber hecho una obra de caridad con un tu hermano, de ía misma na- turaleza, viviente como tú en el mismo valle de miserias y desti- nado también al cielo, mediante su cooperación á la gracia. Tienes la esperanza de ser perdonada por nuestro Salvador, que ha dicho que seremos medidos con la misma medida que midamos. ¿Te parece poco todo esto.^ — No, querido hermano mío, repuso Emilia, y mirando hás cía el santo Crucifijo, añadió, vamos, pues, á renovarla, que ya estoy resuelta, esperando cumplirla con la gracia de Dios. En el momento estos dos justos arrodillados ante el Reden- tor del mundo renovaban la promesa hecha á su padre mo- ribundo de hacer bien á sus mismos enemigos, y la noche, que vela tantos crímenes, encubría á los Segovianos la generosa resolución adoptada por los descendientes de los Nuñez de Teméz.
PRESIDENTE DE GUATEMALA LLAMA A DIA SABADO 21 DE AYUNO
PRESIDENTE DE GUATEMALA LLAMA A DIA SABADO 21 DE AYUNO
No seáis como vuestros padres y como vuestros hermanos, que se rebelaron contra Jehová el Dios de sus padres, y él los entregó a desolación, como vosotros veis.
Mas tú sacaste mi vida de la sepultura, oh Jehová Dios mío.
2:7 Cuando mi alma desfallecía en mí, me acordé de Jehová,
Y mi oración llegó hasta ti en tu santo templo.
2:8 Los que siguen vanidades ilusorias,
Su misericordia abandonan.
2:9 Mas yo con voz de alabanza te ofreceré sacrificios;
Pagaré lo que prometí.
La salvación es de Jehová. Y se levantó Jonás, y fue a Nínive conforme a la palabra de Jehová. Y era Nínive ciudad grande en extremo, de tres días de camino.
3:4 Y comenzó Jonás a entrar por la ciudad, camino de un día, y predicaba diciendo: De aquí a cuarenta días Nínive será destruida.
3:5 Y los hombres de Nínive creyeron a Dios, y proclamaron ayuno, y se vistieron de cilicio desde el mayor hasta el menor de ellos.
3:6 Y llegó la noticia hasta el rey de Nínive, y se levantó de su silla, se despojó de su vestido, y se cubrió de cilicio y se sentó sobre ceniza.
3:7 E hizo proclamar y anunciar en Nínive, por mandato del rey y de sus grandes, diciendo: Hombres y animales, bueyes y ovejas, no gusten cosa alguna; no se les dé alimento, ni beban agua;
3:8 sino cúbranse de cilicio hombres y animales, y clamen a Dios fuertemente; y conviértase cada uno de su mal camino, de la rapiña que hay en sus manos.
3:9 ¿Quién sabe si se volverá y se arrepentirá Dios, y se apartará del ardor de su ira, y no pereceremos?
3:10 Y vio Dios lo que hicieron, que se convirtieron de su mal camino; y se arrepintió del mal que había dicho que les haría, y no lo hizo.
LOS VIRUS- LIBRO DE LEVITICO ADVIERTE NO COMER ESTOS ANIMALES
miércoles, 22 de julio de 2020
AZZARI- MOMIA DE ZACULEU-CHAMACO DE PLATA-Huehuetenango
JOSE MARÍA AZZARI ACEITUNO
TRIBU "SALVAJE" DA EJEMPLO A LOS "CIVILIZADOS"
HICIERON DE MÍ, UN CRISTIANO - Una tribu “salvaje” da ejemplo a los “civilizados”
Viernes, 4 de marzo de 2016
. HICIERON DE MÍ, UN CRISTIANO- Segunda Guerra Mundial
Una tribu “salvaje” da ejemplo a los “civilizados”
(Reimpreso de “The Christian Advocate”)
Por STANLEY W. TEFFT
De la armada norteamericana
Henry P. Van en the Saturday Evening Post:,dice: Factor
decisivo en la seguridad de innumerables norteamericanos en las campañas del
pacifico ha sido la abnegación heroica de los indígenas cristianos.
Con razón dice el senador Mead. “Los soldados norteamericanos están recogiendo copiosa cosecha en los campos abonados con larga paciencia por los
misioneros”.
“El éxito de esta campaña se debe a la ayuda que nos prestaron los
naturales. No puede calcularse el número de vidas que salvaron con
sus infatigables esfuerzos, todo, por un puñado de
heroicos misioneros que les enseñaron
las doctrinas del cristianismo. Esos naturales trabajaron sin
descanso a favor de las fuerzas norteamericanas, transportando víveres y
medicinas, material de curas, y agua”
Dondequiera que las tropas norteamericanas desembarcaron, hallaron indígenas que las acogieron con afecto, las ayudaron y protegieron; diminutas casas misionales con comida, auxilios médicos, hospitalidad incondicional; y una fe y una pureza de conducta de que habían visto pocos ejemplos en los “cristianos de Estados Unidos. Echaron de ver, en suma, que la religión había pasado por allí.
Fue una tribu de naturales de las islas Salomón la que hizo de nosotros unos cristianos practicantes. Aquellos negros de cabellos lanosos habían sido, años atrás, cazadores de cabezas.
Yo no había puesto los pies en una iglesia ni en una escuela dominical desde que tenía nueve años Mis camaradas de dotación no eran mucho más piadosos que yo. Todos ahora somos cristianos fervorosos.
Cuando nos varamos en el arrecife coralino de aquella isla ocupada por los japoneses, llevábamos 72 horas a merced de las olas y los vientos, en un botecito salvavidas, éramos el teniente Edward M.Peck, nuestro piloto: Jesse Scott, el radiotelegrafista y yo, artillero de aviación. Los japoneses pusieron como una criba nuestro avión torpedero, y tuvimos que acuatizar de golpe y porrazo en medio del mar, a medianoche, es algo indescriptible eso de verse en pleno océano en un botecillo de caucho. Lo único que puede uno hacer es rezar y esperar. Eso hicimos nosotros
Peck, que era católico, preguntó el primer día si alguno tenía un rosario. Scott que era episcopal, no lo tenía. Y vean ustedes, yo, que soy metodista, tenía uno. Un amigo me había dado el suyo, como talismán, cuando me despedía de los míos en Toledo, Ohio.
El segundo día, mientras Peck pasaba las cuentas de su rosario, un avión japonés voló por encima de nosotros. No nos vio. “Después de todo, parece que no es inútil rezar”, exclamó Peck. Creí que debía aprenderme unas cuantas oraciones. Peck me enseño a rezar el rosario. En un botecito salvavidas no tarda uno mucho en advertir que todos los ocupantes, sean católicos, episcopales o metodistas, le ruegan al mismo Dios,.
Metimos nuestro botecillo en una cueva de la isla y estuvimos allí ocultos dos días, hasta que sentimos tanta hambre, que ya fue cosa de salir a buscar algo que comer o dejarnos morir de inanición. A lo lejos veíamos el humo de una aldea de indígenas. Resolvimos ir allá, bien entendido que si topábamos con japoneses o con naturales de islas hostiles, daríamos buena cuenta de tantos de ellos como pudiéramos, antes que nos mataran.
Los primeros naturales con quienes tropezamos se mostraron un tanto recelosos. Uno nos preguntó en inglés chapuceado.:
__¿Hombres del oeste?__
_Norteamericanos. __ No gustan japoneses__, contestó Peck
Con gran sorpresa nuestra, vimos que el que parecía jefe llevaba una biblia inglesa muy usada. Se puso a leer en ella y dijo una oración. Entonces, nosotros leímos, por turno, unos cuantos pasajes.
El jefe se llamaba John Havea. Había pasado tres años en una escuela misional de otra isla. Era todo un prócer en su aldea. John nos enteró de que estábamos en la isla del Mono. Nos manifestó que, puesto que éramos cristianos, su gente nos ocultaría de los japoneses. Estos habían destruido los huertos, matado los cerdos y pollos, y ahuyentado a los habitantes hacía la maleza.
Acordamos volver a la cueva, desinflar el botecillo y esconderlo. Allí mismo recibimos otra lección de piedad cristiana. Los indígenas inclinaron sus cabezas, y John Havea oró en alta voz, por nuestra seguridad.
Camino de la cueva me separé de mis camaradas para ir a recoger un hacha que había dejado en la orilla. Una patrulla japonesa que por allí pasaba debió de habernos visto. Yo me zampé de cabeza en unos matorrales y allí me estuve conteniendo el resuello. Al pasar, los japoneses apostaron un centinela a unos cuantos pasos de donde yo estaba. Estuve allí cuatro horas, rezando sin cesar. La pierna, en la cual tenía una herida de bala, me dolía horriblemente. A eso del oscurecer, empezó a subir la marea. Me las arreglé para arrastrarme hasta el mar. Nadando por debajo del agua pude llegar a otro lado de la orilla, fuera del alcance del centinela japonés. Por fin, conseguí meterme otra vez en la cueva donde estaban escondidos Scott y Peck.
Los tres meses siguientes constituyeron una aventura inolvidable para nosotros. Hacíamos la vida de aquellos naturales, a quienes unos misioneros australianos habían apartado de su ejercicio de cortar y coleccionar cabezas, haciéndolos entrar en el redil cristiano. Los misioneros se fueron de la isla en 1937, pero su obra perduró, y gracias a ella se prolongaba nuestra existencia cada día, Los indígenas no echan una semilla, ni hacen una comida, ni realizan un solo acto importante sin impetrar el auxilio divino.
Las patrullas japonesas nos seguían constantemente los pasos. Cuando nuestros perseguidores llegaban a una parte de la isla, los naturales nos llevaban a escondernos a otra, por lo general, en cabañas hechas de yerba. Adondequiera que estuviésemos nos traían comida y nos curaban las heridas con hojas de plantas silvestres Por la noche nos reuníamos con ellos. Leíamos la biblia y cantábamos a coro los himnos que los naturales sabían.
No éramos lo que se dice buenos cantantes, pero poníamos el alma en lo que cantábamos. Los indígenas cantaban o tarareaban los himnos en su lengua. John y unos cuantos más sabían el texto en inglés. Hasta los niños seguían la melodía. No parecía haber en la tribu ninguno que hiciera de sacerdote o ministro. Cualquiera de ellos dirigía los oficios.
También nosotros los dirigíamos algunas veces, con la diferencia de que teníamos que leer en la vieja biblia resobada, al paso que los indígenas se sabían de memoria los pasajes. No tardé mucho en aprenderme yo de memoria una porción de ellos.
Al cabo de un mes, o cosa así, llegó corriendo a nuestro escondite un indígena. Venía a decirnos que los norteamericanos estaban desembarcando. “Los norteamericanos” se redujeron a uno, el teniente Ben H. King, piloto de un P_38. Había pasado este oficial seis días a flote en un botecillo de goma. Después que conseguimos hacerlo volver en sí , nos contó que los yanquis se habían apoderado de más islas y que pronto estarían en la del Mono.
A los tres días llegaron tres aviadores en otro botecillo. Eran el alférez Joe D. Mitchell, el radiotelegrafista Chauncey Estep y el artillero Dale Vere Dahl. Se ocultaron en nuestro escondite y se unieron a nosotros en nuestras plegarias. No eran hombres muy devotos que digamos, pero, al cabo de pocos días, tomaban parte en nuestros actos religiosos con verdadero fervor. Todos los habitantes de la isla sabían donde nos encontrábamos. Sin embargo, los japoneses nunca pudieron dar con nosotros.
Por último, resolvimos tratar de ganar una de las islas ocupadas por nuestras tropas. Los indígenas sacaron nuestros botecillos de noche; los inflaron; Los cargaron de cocos para que tuviéramos que comer y que beber, y se reunieron en sus canoas en torno nuestro. John Havea predicó un sermón, y los demás rezaron por nosotros. A pesar de que remamos con todas nuestras
Fuerzas, no pudimos adelantar gran cosa, porque el mar estaba muy picado. Volvimos, pues a la orilla. Los indígenas empezaron a rezar dando gracias porque estábamos otra vez en salvo. Era de noche todavía y nuestros salvadores nos condujeron a nuestro escondite a través de la aldea en que dormían los japoneses.
Pocos días después, Peck, King, Mitchell y yo, acordamos intentar de nuevo la fuga. Los otros tres que estaban hasta la misma coronilla de la vida en bote, prefirieron quedarse con los naturales. Esta vez el mar estaba en perfecta calma. Salimos a media noche. Los indígenas nos acompañaron en sus canoas como tres minutos mar afuera. Antes de separarse, rodearon nuestra balsa y se pusieron a rezar por nosotros con el mayor fervor. Nunca olvidaré aquel momento. Era la primera vez que veía a cuarto norteamericanos, hombres de armas tomar, llorando como niños. Estábamos profundamente conmovidos.
Era una balsa de tres plazas. Sirviéndose de canaletes improvisados, tres de nosotros bogaban constantemente, mientras el cuarto descansaba. Así estuvimos noventa y seis horas, o sea, cuatro días con sus noches. Recorrimos sesenta millas. Navegamos, pues, a razón de tres cuartos de milla por hora. A menudo orábamos en alta voz, con excepción de Peck, que rezaba su rosario para Si
La cuarta noche, poco después de las doce, oímos el ruido de los motores de un PBY
Los motores norteamericanos se conocen en seguida. Teníamos una lata de kerosina con una mecha. La prendimos. El piloto vio la llama, pero no se atrevió a encender sus luces. Una voz secreta le dijo, sin embargo, que no éramos japoneses. Acuatizó, y vino a nuestro encuentro. La tripulación empezó a lanzar cosas al agua para aligerar el avión. Nos subieron a bordo. A las cinco horas estábamos en un hospital comiendo pollo, primera carne que probamos en 87 días.
Cuando oí aquel PBY, hice la promesa de ir a la iglesia como es debido. Y la he cumplido. No creo que ninguno de nosotros olvidará jamás la fe y la devoción de aquellos indígenas. Nada de particular tendría que sus oraciones hayan contribuido más que las nuestras a sacarnos bien de aquel trance peligrosísimo. ¿No llevaban por ventura mucho más tiempo que nosotros practicando la virtud de la oración.
Echa tu pan sobre las aguas; porque después de
muchos días lo hallarás. Eclesiastés 11.
__________________
Conclusiones:
*El bien que hacemos, nuestra descendencia lo
cosechara
Donde los abuelos sembraron, los nietos
cosechan..
*Dios no hace acepción de personas.
martes, 21 de julio de 2020
LINCOLN NOMBRA AL PRESIDENTE DE LA SUPREMA CORTE
LINCOLN NOMBRA AL PRESIDENTE DE LA SUPREMA CORTE
¿QUIÉN sería nombrado presidente de la Suprema Corte? En la prensa, en los círculos políticos, sobre las tazas del té de la tarde o los vasos de whisky de la noche, corrían las murmuracones y los vaticinios de los informados. Se mencionaba públicamente al eminente abogado neoyorquino William M. Evarts, al juez Swayne, al juez David Davis. El procurador general Bates recordaba, modesta y privadamente —en su Diario que su nombramiento constituiría la digna coronación de su carrera. Fessenden dijo que no podía aceptar el puesto. Browning escribió: "Visité al presidente e insistí ante él para que nombrara a Stanton presidente de la Suprema Corte. No contestó nada a lo que le dije, limitándose a admitir la habilidad y las bellas cualidades del señor Stanton."
A favor del nombre de Montgomery Blair se levantó una presión verdaderamente formidable. James Gordon Bennett y TIturlow Weed —un equipo bastante curioso— fueron a Washington y tuvieron una conferencia con Blair sobre la manera de detener a Chase, de quien todos consideraban que llevaba la delantera.
A lo largo de todo el mes de noviembre, Lincoln recibió y escuchó a una serie de delegaciones, pero no se comprometió con ellas. Los del Union League Club de Filadelfia vinieron a hablarle a favor de Chase, y le leyeron un memorial que llevaba muchas firmas. El presidente les dijo: "¿Quieren hacer el favor de dejarme ese documento?
Lo quiero para poder demostrar a los amigos de otras personas —en caso de que llegara a nombrar al señor Chase— cuán formidable ha sido la presión ejercida a favor de éste." Los visitantes se sintieron muy contentos al escuchar esto, pero el presidente no había terminado todavía. Simplemente había hecho una pausa. Y ahora prosiguió: "Y también quiero tener ese documento —si llegara a nombrar otra persona para poder mostrarle qué influencia tuve que desairar y qué poderosas presiones resistir para nombrarlo." Los de Filadelfia salieron de su despacho sin saber más de lo que sabían al entrar en él.
Richard Henry Dana y el juez E. R. Hoar entraron juntos y le expresaron a Lincoln que si —como se decía en la calle—, él estaba resuelto nombrar a Chase, ellos no procederían a proponerle candidato. Lincoln contestó, según el juez Hoar: "El señor Chase es un hombre sumamente capaz. Es muy ambicioso y creo que pierde un poco la cabeza respecto a la presidencia. No siempre se ha comportado correctamente en estos últimos tiempos, y la gente me dice: `Ahora es el momento de aplastarlo del todo'. ¡Bueno, yo no soy partidario de aplastar del todo a nadie! Si hay algo que un hombre puede hacer, y bien, yo digo que lo haga. Denle una oportunidad."
Parece que al principio, el mismo Chase tenía grandes esperanzas de ser nombrado. Más tarde ya no estuvo tan seguro de la conducta del presidente. Los días se fueron convirtiendo en semanas. Esta lentitud del presidente le resultaba ominosa a Chase. Detrás de la escena parece ser que Lincoln tenía una sola duda en relación a Chase, y se refería a ella a todos los visitantes que venían a pedir por él. Pensaba llamar al mismo Chase para preguntarle si estaba dispuesto a sacarse de la cabeza la idea de ser presidente de la República de una vez por todas. Pero cuando Lincoln tocó el tema con Sumner —dijeron Nicolay y Hay— "se dió cuenta en seguida cuán susceptible de ser mal interpretada sería una actitud como ésa... las deducciones que el señor Chase sacaría inevitablemente de una proposición de ese tipo formulada por el hombre que le había derrotado dos veces en su más cara ambición."
Cuando un día Nicolay le trajo una carta de Chase, Lincoln preguntó: "¿De qué trata?" "Es simplemente una carta amable y amistosa." Lincoln, sin leerla, le dijo con una sonrisa astuta: "Archívela con las demás recomendaciones."
De los enemigos activos que Chase tenía en Ohio llegaron protestas orales y escritas contra su eventual designación. De funcionarios del Departamento del Tesoro, de Blair y otros grupos procedían muchas descripciones que pintaban a Chase como excesivamente sectario, demasiado ignorante de los hombres, demasiado gruñón y agua-
fiestas. Nicolay y Hay anotaron que el presidente escuchaba con respeto todas las argumentaciones presentadas contra Chase, pero cuando trataban de recordarle lo que Chase había hecho para impedir su reelección "los detenía severamente". Los secretarios creían que Lincoln había resuelto desde el principio nombrar a Chase. A Nicolay le dijo, utilizando la jerga de su niñez en Kentucky: "Yo me voy a quedar 'callado como una ostra' en este asunto."
El joven diputado de Illinois, Selby M. Cullom, supo que habían ofrecido al presidente cartas en las que Chase había hablado mal de él, y escuchó su comentario: "Si el señor Chase ha dicho cosas desagradables de mí, yo, a mi vez, las he dicho de él, con lo que estamos a mano." Y en otra oportunidad dijo: "Conozco cosas peores sobre el señor Chase de las que cualquiera de estos caballeros pueda contarme."
El Congreso se había reunido. El 6 de diciembre, corriendo los riesgos del caso y sin ignorarlos , guiado sólo por altos motivos de gobierno y equilibrio político, el presidente nombró a Chase presidente de la Suprema Corte de Justicia.
"No comunicó sus intenciones a nadie", anotó uno de sus secretarios, y redactó el nombramiento de su puño y letra. Sin pasarlo a comisión alguna y sin la menor discusión, el Senado aprobó inmediatamente el nombramiento por unanimidad. Chase escribió al presidente: "Antes de irme a dormir, debo agradecerle por esta muestra de su confianza, y especialmente por la manera como fué efectuada la designación."
El diputado John B. Alley —así lo escribió entró en la biblioteca a tiempo para oír decir a Lincoln: "Aunque a usted y al señor Sumner les haya parecido que era contrario al nombramiento del señor Chase, no ha habido un instante, desde que expiró el viejo Taney, en que no haya pensado que lo mejor que podía hacer era nombrar al señor Chase..." Alley repitió que esa actitud era magnánima y patriótica. Y Lincoln: "En cuanto a las cosas que dijo de mí, eso no me interesa. En conjunto, Chase es un tipo bastante bueno y un hombre sumamente capaz. Su única dificultad estriba en que le ha dado con singular fuerza `la fiebre de la Casa Blanca', pero espero que este nombramiento lo cure y que se quede satisfecho."
Nicolay y Hay vieron a Chase ocupar su sitio en el estrado de la más alta corte de justicia del país con un deseo consciente de cumplir con su deber desde ese cargo, y sin embargo: "Todavía se consideraba llamado a contrabalancear las tendencias malignas del presidente hacia la conciliación y la reconstrucción apresurada. Sus referencias despectivas a él [el presidente] en sus cartas y diarios
ABRAHAM LINCOLN 897
[de Chase] continuaron desde el momento mismo en que ocupó su sitio en el estrado." Chase había sido especialmente apoyado ante el presidente por el ala antieselavista y extremista de su partido. Por su propia conveniencia política, Lincoln les había concedido lo que le pedían. Esperaba que así reinara mayor armonía, que necesitaba para poder realizar sus propios planes de reconstrucción en el Sur.
Como autor de la Ley Nacional de Bancos, como conocido de August Belmont, quien propuso en el verano del 64 las condiciones bajo las cuales él [Chase] ingresaría al Partido Demócrata, como hombre de "una cierta personalidad sólida y de peso", Chase no resultaba ofensivo a un vasto sector de conservadores. La designación, una vez efectuada, halló muy poca oposición, y, anotaron Nicolay y Hay, "fué recibida muy favorablemente en toda la Unión".
¿Se estaban moviendo y poniendo más tensas las líneas con vistas a un desafío más constante de las facultades del Poder Ejecutivo por parte del Congreso? Así lo parecía cuando renunció a fines de noviembre el procurador general Bates a causa de su edad y su prolongado servicio, y el presidente envió al Senado el nombramiento de James Speed, de Kentucky. Este hermano de Joshua Speed, el amigo del alma de Lincoln, había sido un unionista declarado desde el principio, había reclutado tropas y servido para mantener a su estado de Kentucky dentro del seno de la Unión. Como abogado capaz podía presentar una carrera inmaculada.
El Comité Judicial del Senado retuvo por espacio de varios días el nombramiento, según Noah Brooks, no porque vacilaran en confirmar a Speed, sino, como lo manifestó uno de sus miembros "para hacerle llegar una leve insinuación al presidente de que ellos no sabían quién era James Speed, de Kentucky."
El 15 de diciembre el viejo y sombrío edificio que albergaba en su digno marco a la Suprema Corte de Justicia estaba completamente lleno de gente que fué a ver prestar el juramento constitucional a Chase. El nuevo presidente de la Suprema Corte leyó la fórmula del juramento con voz clara aunque trémula. Después, dejando el papel, levantó su mano derecha hacia la noble cúpula que coronaba el edificio, elevó hacia allí los ojos, y dijo con profundo sentimiento en la voz: "Que Dios me lo demande". En el salón reinaba un silencio de respiraciones contenidas. El presidente de la Suprema Corte tomó asiento.
En Ohio, algunos que habían mantenido largas relaciones políticas con Chase tuvieron la descortesía de recordar un proverbio que le habían oído repetir muchas veces: "Hay que conformarse con leche desnatada cuando no se puede conseguir crema."
domingo, 12 de julio de 2020
LA COOPERACIÓN DE MEXICO EN LA INDEPENDENCIA DE C.A- Por el General Vicente Filisola
ADVERTENCIA.