martes, 21 de julio de 2020

LINCOLN NOMBRA AL PRESIDENTE DE LA SUPREMA CORTE

ABRAHAM LINCOLN
LOS AÑOS DE LA PRADERA
LOS AÑOS DE LA GUERRA
CARL SANDBURG

CAPÍTULO LIV
LINCOLN NOMBRA AL PRESIDENTE DE LA SUPREMA CORTE
¿QUIÉN sería nombrado presidente de la Suprema Corte? En la prensa, en los círculos políticos, sobre las tazas del té de la tarde o los vasos de whisky de la noche, corrían las murmuracones y los vaticinios de los informados. Se mencionaba públicamente al eminente abogado neoyorquino William M. Evarts, al juez Swayne, al juez David Davis. El procurador general Bates recordaba, modesta y privadamente —en su Diario     que su nombramiento constituiría la digna coronación de su carrera. Fessenden dijo que no podía aceptar el puesto. Browning escribió: "Visité al presidente e insistí ante él para que nombrara a Stanton presidente de la Suprema Corte. No contestó nada a lo que le dije, limitándose a admitir la habilidad y las bellas cualidades del señor Stanton."
A favor del nombre de Montgomery Blair se levantó una presión verdaderamente formidable. James Gordon Bennett y TIturlow Weed —un equipo bastante curioso— fueron a Washington y tuvieron una conferencia con Blair sobre la manera de detener a Chase, de quien todos consideraban que llevaba la delantera.
A lo largo de todo el mes de noviembre, Lincoln recibió y escuchó a una serie de delegaciones, pero no se comprometió con ellas. Los del Union League Club de Filadelfia vinieron a hablarle a favor de Chase, y le leyeron un memorial que llevaba muchas firmas. El presidente les dijo: "¿Quieren hacer el favor de dejarme ese documento?
 ABRAHAM LINCOLN    895
Lo quiero para poder demostrar a los amigos de otras personas —en caso de que llegara a nombrar al señor Chase— cuán formidable ha sido la presión ejercida a favor de éste." Los visitantes se sintieron muy contentos al escuchar esto, pero el presidente no había terminado todavía. Simplemente había hecho una pausa. Y ahora prosiguió: "Y también quiero tener ese documento —si llegara a nombrar otra persona     para poder mostrarle qué influencia tuve que desairar y qué poderosas presiones resistir para nombrarlo." Los de Filadelfia salieron de su despacho sin saber más de lo que sabían al entrar en él.
Richard Henry Dana y el juez E. R. Hoar entraron juntos y le expresaron a Lincoln que si —como se decía en la calle—, él estaba resuelto nombrar a Chase, ellos no procederían a proponerle candidato. Lincoln contestó, según el juez Hoar: "El señor Chase es un hombre sumamente capaz. Es muy ambicioso y creo que pierde un poco la cabeza respecto a la presidencia. No siempre se ha comportado correctamente en estos últimos tiempos, y la gente me dice: `Ahora es el momento de aplastarlo del todo'. ¡Bueno, yo no soy partidario de aplastar del todo a nadie! Si hay algo que un hombre puede hacer, y bien, yo digo que lo haga. Denle una oportunidad."
Parece que al principio, el mismo Chase tenía grandes esperanzas de ser nombrado. Más tarde ya no estuvo tan seguro de la conducta del presidente. Los días se fueron convirtiendo en semanas. Esta lentitud del presidente le resultaba ominosa a Chase. Detrás de la escena parece ser que Lincoln tenía una sola duda en relación a Chase, y se refería a ella a todos los visitantes que venían a pedir por él. Pensaba llamar al mismo Chase para preguntarle si estaba dispuesto a sacarse de la cabeza la idea de ser presidente de la República de una vez por todas. Pero cuando Lincoln tocó el tema con Sumner —dijeron Nicolay y Hay— "se dió cuenta en seguida cuán susceptible de ser mal interpretada sería una actitud como ésa... las deducciones que el señor Chase sacaría inevitablemente de una proposición de ese tipo formulada por el hombre que le había derrotado dos veces en su más cara ambición."
Cuando un día Nicolay le trajo una carta de Chase, Lincoln preguntó: "¿De qué trata?" "Es simplemente una carta amable y amistosa." Lincoln, sin leerla, le dijo con una sonrisa astuta: "Archívela con las demás recomendaciones."
De los enemigos activos que Chase tenía en Ohio llegaron protestas orales y escritas contra su eventual designación. De funcionarios del Departamento del Tesoro, de Blair y otros grupos procedían muchas descripciones que pintaban a Chase como excesivamente sectario, demasiado ignorante de los hombres, demasiado gruñón y agua-
  96    CARL SANDBURG
fiestas. Nicolay y Hay anotaron que el presidente escuchaba con respeto todas las argumentaciones presentadas contra Chase, pero cuando trataban de recordarle lo que Chase había hecho para impedir su reelección "los detenía severamente". Los secretarios creían que Lincoln había resuelto desde el principio nombrar a Chase. A Nicolay le dijo, utilizando la jerga de su niñez en Kentucky: "Yo me voy a quedar 'callado como una ostra' en este asunto."
El joven diputado de Illinois, Selby M. Cullom, supo que habían ofrecido al presidente cartas en las que Chase había hablado mal de él, y escuchó su comentario: "Si el señor Chase ha dicho cosas desagradables de mí, yo, a mi vez, las he dicho de él, con lo que estamos a mano." Y en otra oportunidad dijo: "Conozco cosas peores sobre el señor Chase de las que cualquiera de estos caballeros pueda contarme."
El Congreso se había reunido. El 6 de diciembre, corriendo los riesgos del caso     y sin ignorarlos    , guiado sólo por altos motivos de gobierno y equilibrio político, el presidente nombró a Chase presidente de la Suprema Corte de Justicia.
"No comunicó sus intenciones a nadie", anotó uno de sus secretarios, y redactó el nombramiento de su puño y letra. Sin pasarlo a comisión alguna y sin la menor discusión, el Senado aprobó inmediatamente el nombramiento por unanimidad. Chase escribió al presidente: "Antes de irme a dormir, debo agradecerle por esta muestra de su confianza, y especialmente por la manera como fué efectuada la designación."
    El diputado John B. Alley —así lo escribió     entró en la biblioteca a tiempo para oír decir a Lincoln: "Aunque a usted y al señor Sumner les haya parecido que era contrario al nombramiento del señor Chase, no ha habido un instante, desde que expiró el viejo Taney, en que no haya pensado que lo mejor que podía hacer era nombrar al señor Chase..." Alley repitió que esa actitud era magnánima y patriótica. Y Lincoln: "En cuanto a las cosas que dijo de mí, eso no me interesa. En conjunto, Chase es un tipo bastante bueno y un hombre sumamente capaz. Su única dificultad estriba en que le ha dado con singular fuerza `la fiebre de la Casa Blanca', pero espero que este nombramiento lo cure y que se quede satisfecho."
Nicolay y Hay vieron a Chase ocupar su sitio en el estrado de la más alta corte de justicia del país con un deseo consciente de cumplir con su deber desde ese cargo, y sin embargo: "Todavía se consideraba llamado a contrabalancear las tendencias malignas del presidente hacia la conciliación y la reconstrucción apresurada. Sus referencias despectivas a él [el presidente] en sus cartas y diarios
ABRAHAM LINCOLN    897
[de Chase] continuaron desde el momento mismo en que ocupó su sitio en el estrado." Chase había sido especialmente apoyado ante el presidente por el ala antieselavista y extremista de su partido. Por su propia conveniencia política, Lincoln les había concedido lo que le pedían. Esperaba que así reinara mayor armonía, que necesitaba para poder realizar sus propios planes de reconstrucción en el Sur.
Como autor de la Ley Nacional de Bancos, como conocido de August Belmont, quien propuso en el verano del 64 las condiciones bajo las cuales él [Chase] ingresaría al Partido Demócrata, como hombre de "una cierta personalidad sólida y de peso", Chase no resultaba ofensivo a un vasto sector de conservadores. La designación, una vez efectuada, halló muy poca oposición, y, anotaron Nicolay y Hay, "fué recibida muy favorablemente en toda la Unión".
¿Se estaban moviendo y poniendo más tensas las líneas con vistas a un desafío más constante de las facultades del Poder Ejecutivo por parte del Congreso? Así lo parecía cuando renunció a fines de noviembre el procurador general Bates a causa de su edad y su prolongado servicio, y el presidente envió al Senado el nombramiento de James Speed, de Kentucky. Este hermano de Joshua Speed, el amigo del alma de Lincoln, había sido un unionista declarado desde el principio, había reclutado tropas y servido para mantener a su estado de Kentucky dentro del seno de la Unión. Como abogado capaz podía presentar una carrera inmaculada.
El Comité Judicial del Senado retuvo por espacio de varios días el nombramiento, según Noah Brooks, no porque vacilaran en confirmar a Speed, sino, como lo manifestó uno de sus miembros "para hacerle llegar una leve insinuación al presidente de que ellos no sabían quién era James Speed, de Kentucky."
El 15 de diciembre el viejo y sombrío edificio que albergaba en su digno marco a la Suprema Corte de Justicia estaba completamente lleno de gente que fué a ver prestar el juramento constitucional a Chase. El nuevo presidente de la Suprema Corte leyó la fórmula del juramento con voz clara aunque trémula. Después, dejando el papel, levantó su mano derecha hacia la noble cúpula que coronaba el edificio, elevó hacia allí los ojos, y dijo con profundo sentimiento en la voz: "Que Dios me lo demande". En el salón reinaba un silencio de respiraciones contenidas. El presidente de la Suprema Corte tomó asiento.
En Ohio, algunos que habían mantenido largas relaciones políticas con Chase tuvieron la descortesía de recordar un proverbio que le habían oído repetir muchas veces: "Hay que conformarse con leche desnatada cuando no se puede conseguir crema."

No hay comentarios:

Publicar un comentario