El purgatorio era el
siguiente tema
Padre D.: —¿Conque ya no
crees en el purgatorio desde que leíste el Testamento?
Andrés: —No encuentro cosa
alguna semejante a eso en él, señor.
Padre D.: —¿De veras no
puedes? Qué extraño. Tantos hombres grandes lo encontraron. ¿Qué supones que
quería decir San Pablo cuando dijo: «El fuego probará la obra de cada uno cual
sea» (1 Corintios 1:3)?
Andrés: —Yo veo que el
significado está muy claro, señor. Si usted lee el pasaje verá que el apóstol
está hablando de las diferentes doctrinas enseñadas por diferentes personas
después que haya sido puesto el fundamento de la verdad. Él compara algunas de
estas cosas a «oro, plata, piedras preciosas,» lo cual significa sana doctrina;
y algunas a «madera, heno, hojarasca,» hablando de la falsa doctrina. Ahora nos
dice que todos estos pasarán una prueba al fin, y ¿qué es más adecuado para
probar los diferentes materiales de que habla que el fuego? Si las doctrinas
fuesen como oro, plata, piedras preciosas, sabemos que no recibirían daño por el
fuego, sino más bien, lo contrario. Pero si fuesen semejantes a madera, heno,
hojarasca, serían consumidas por el fuego. Pero ¿qué tiene que ver esto con un
lugar en donde se queman las almas de los hombres para purificarlas y
prepararlas para el cielo?
El Padre Domingo leyó el
pasaje después de haber oído la explicación de Andrés, y se sorprendió de que
nunca lo hubiera entendido antes. Sin embargo, no admitió que la interpretación
de Andrés era correcta; sino le dijo que él lo estaba viendo superficialmente, y
que la Iglesia, entendiendo el asunto más profundamente que él, había declarado
que tal lugar como el purgatorio existía y que esto era suficiente.
Andrés: —Ojalá no se ofenda,
señor, si doy mis pensamientos sobre este tema. Es que creo que no se
contendería tanto por el purgatorio si no fuera por la ganancia que le da al
clero. Bien recuerdo, señor, cuando yo le daba dinero para ayudar con el pago de
las misas para sacar mis viejos amigos y conocidos del purgatorio. Ahora, señor,
si usted tiene tal poder, yo creo que debe estar contento de usarlo en
misericordia de las pobres almas quemándose, sin buscar recompensa. Pero al ver
que las misas tienen que ser pagadas desde antes de decirlas, yo sospecho que la
razón verdadera por la cual se mantiene el purgatorio es por el beneficio que le
da al clero. No seré convencido que sean sinceros hasta verlos hacer grandes
esfuerzos sin paga ni galardón, para ayudar a las almas que, según dicen ellos,
están en un estado de sufrimiento. Y aunque pudiera creer que son sinceros, a
base de las Sagradas Escrituras me opondré a esa doctrina, porque además de
otras objeciones, le da al purgatorio el poder que en toda otra parte es dada a
la sangre de Cristo. Por ejemplo: «La sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de
todo pecado» (1 Juan 1:7).
Padre D.: —Como te dije
antes, ahora lo repito; que eres un hombre poco caritativo, y no hay esperanza
de algo bueno en ti mientras sigues pensando que sabes mejor que la Iglesia.
Andrés: —La Palabra de Dios,
señor, es mi guía, y no puedo admitir nada que no puede ser aprobado por ella.
Como no pudieron ponerse de
acuerdo en cuanto al purgatorio fueron obligados a pasar a la objeción siguiente
de Andrés.
Rezar a los santos
Andrés: —¿Qué autoridad
tiene, señor, de la Palabra de Dios para rezar a los santos'?
El Padre Domingo ya se
encontraba como un pez fuera del agua, y no encontró nada en las Escrituras para
apoyar el orar a los santos. Él dio un pasaje indirecto del hombre rico en el
infierno orando a Abraham. Pero desgraciadamente, el ejemplo de un alma perdida
es una mala comparación a los piadosos en la tierra, y viendo esto se refugió
tras la infalibilidad de la Iglesia y mandó proceder a la objeción siguiente.
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