TORTURADO POR CRISTO
RICHARD WURMBRAND
BREVE LIBERTAD-NUEVO ARRESTO
Llego el
año 1956. Ya hacia ocho años y medio que estaba en la cárcel. Había perdido
mucho peso, porque se me privaba de comida, pero había ganado muchas cicatrices
a raíz de haber sido brutalmente flagelado y golpeado. Además había sido objeto
de burlas, amenazas, interrogatorios hasta el cansancio y abandono. Nada de eso
dio los resultados que mis captores esperaban. Profundamente descorazonados,
por una parte, y preocupados por otra, por las protestas que mi prisión
suscitaba, me pusieron en libertad.
Se me
permitió volver a mi antiguo puesto en la iglesia pero por solo una semana.
Alcance a predicar dos sermones; luego me llamaron para advertirme que no
podría seguir predicando ni tomar parte en ninguna actividad religiosa. ¿Qué
había dicho? Yo había aconsejado a mis feligreses que tuvieran “paciencia,
paciencia y más paciencia”. “Eso significa que Ud. esta diciendo que tengan
paciencia, pues los americanos vendrán a libertarlos, me grito la policía.” Yo
también había dicho que tal como la rueda gira, los tiempos cambian. “Ud. les
esta diciendo que el gobierno comunista dejara de existir, y esas son calumnias
contrarrevolucionarias”, me gritaron de nuevo. Y ese fue el fin de mi
ministerio público.
Probablemente
las autoridades creyeron que yo tendría temor de desafiar sus órdenes y volver
a mi evangelización subterránea. Estaban muy equivocados en eso. Secretamente
regrese a mi trabajo anterior, con el apoyo de mi familia.
Volví a
testificar ante grupos de fieles que se mantenían ocultos, yendo y viniendo
como un fantasma, bajo la protección de quienes podía confiar. Tenía ahora mis
cicatrices para darle mayor fuerza a mi mensaje respecto a la maldad de la
forma de pensar atea, y para alentar y estimular las almas que flaqueaban, a
confiar en Dios y ser valientes. Yo dirigía una red secreta de evangelistas que
se ayudaban mutuamente para difundir el Evangelio bajo las propias narices de
los comunistas. Después de todo, si el hombre en su ceguera no es capaz de ver
la mano de Dios obrando en lo que le rodea, menos podrá ver la de un evangelista.
Finalmente
el incesante interés de la policía por conocer mis actividades y movimientos
dio resultados. Fui descubierto una vez mas y vuelto a detener. Es posible que
la publicidad que se dio a mi caso haya tenido algo que ver con el hecho de que
por alguna razón mi familia no fue arrestada conmigo. Había estado ocho años y
medio en la cárcel y después de tres años de relativa libertad volvía a la
cárcel por otros cinco años y medio.
Mi
segundo periodo fue mucho peor en muchos aspectos que el primero.
Mi
condición física empeoro casi inmediatamente. No obstante, el trabajo oculto de
la Iglesia Subterránea continúo en la clandestinidad de las prisiones
comunistas.
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