LIBRO PRIMERO
El libro primero de la Historia Eclesiástica contiene lo siguiente:
1 . Propósito de la obra.
2. Resumen de la doctrina sobre la preexistencia de nuestro Salva-
dor y Señor, el Cristo de Dios, y de la atribución de la divinidad.
3. De cómo el nombre de Jesús y el mismo de Cristo habían sido
ya conocidos desde antiguo y honrados por los profetas inspira-
dos por Dios.
4. De cómo el carácter de la religión por él anunciada a todas las
naciones ni era nuevo ni extraño.
5. De cuándo se manifestó Cristo a los hombres.
6. De cómo, según las profecías, en sus días cesaron los príncipes
que anteriormente venían rigiendo, por línea de sucesión here-
ditaria, a la nación judía y empezó a reinar Herodes, el primer
extranjero.
7. De la supuesta discrepancia de los evangelios acerca de la ge-
nealogía de Cristo.
8. Del infanticidio perpetrado por Herodes y del final catastrófico
de su vida.
9. De los tiempos de Pilato.
10. De los sumos sacerdotes de los judíos bajo los cuales Cristo
enseñó.
x 1. Testimonios sobre Juan Bautista y Cristo.
12. De los discípulos de nuestro Salvador.
13. Relato sobre el rey de Edesa.
Es mi propósito consignar las sucesiones de los santos
apóstoles y los tiempos transcurridos desde nuestro Salvador hasta
nosotros; el número y la magnitud de los hechos registrados por la
historia eclesiástica 2 y el número de los que en ella sobresalieron
en el gobierno y en la presidencia de las iglesias 3 más ilustres, así
como el número de los que en cada generación, de viva voz o por
escrito, fueron los embajadores de la palabra de Dios 4 ; y también
quiénes y cuántos y cuándo, sorbidos por el error y llevando hasta
el extremo sus novelerías, se proclamaron públicamente a sí mismos
introductores de una mal llamada ciencia 5 y esquilmaron sin pie-
dad, como lobos crueles al rebaño de Cristo;
2 y además» incluso las desventuras que se abatieron sobre
toda la nación judía en seguida que dieron remate a su conspira-
ción 7 contra nuestro Salvador, así como también el número, el ca-
rácter y el tiempo de los ataques de los paganos contra la divina
doctrina y la grandeza de cuantos, por ella, según las ocasiones,
afrontaron el combate en sangrientas torturas; y además los marti-
rios de nuestros propios tiempos 8 y la protección 9 benévola y pro-
picia de nuestro Salvador. Al ponerme a la obra, no tomaré otro
punto de partida que los comienzos de la economía 10 de nuestro
Salvador y Señor Jesús, el Cristo de Dios.
3 Mas, por esto mismo, la obra está reclamando comprensión
benevolente para mí, que declaro ser superior a nuestras fuerzas el
presentar acabado y entero lo prometido, puesto que somos por
ahora los primeros 11 en abordar el tema, como quien emprende un
camino desierto y sin hollar. Rogamos tener a Dios por guía y el
poder del Señor como colaborador, porque de hombres que nos
hayan precedido por nuestro mismo camino, en verdad, hemos sido
absolutamente incapaces de encontrar una simple huella; a lo más,
únicamente pequeños indicios en los que, cada cual a su manera,
nos han dejado en herencia relatos parciales de los tiempos transcu-
rridos y de lejos nos tienden como antorchas sus propias palabras;
desde allá arriba, como desde una atalaya remota, nos vocean y nos
señalan por dónde hay que caminar y por dónde hay que enderezar
los pasos de la obra sin error y sin peligro.
4 Por lo tanto, nosotros, después de reunir cuanto hemos es-
timado aprovechable para nuestro tema de lo que esos autores men-
cionan aquí y allá, y libando, como de un prado espiritual, las opor-
tunas sentencias de los viejos autores, intentaremos darle cuerpo
en una trama histórica y quedaremos satisfechos con tal de poder
preservar del olvido las sucesiones, si no de todos los apóstoles de
nuestro Salvador, siquiera de los más insignes en las Iglesias más
ilustres que aún hoy en día se recuerdan.
5 Tengo para mí que es de todo punto necesario el que me
ponga a trabajar este tema, pues de ningún escritor eclesiástico sé,
hasta el presente, que se haya preocupado de este género literario.
Espero, además, que se mostrará útilísimo para cuantos se afanan
por adquirir sólida instrucción histórica.
6 Ya anteriormente, en los Cánones cronológicos 12 por mí re-
dactados, compuse un resumen de todo esto, pero, no obstante,
voy en la obra presente a lanzarme a una exposición más completa.
7 Y comenzare, según dije 13 , por la economía y la teología 14
de Cristo, que en elevación y en grandeza exceden al hombre.
8 Y es que, efectivamente, quien se ponga a escribir los oríge-
nes de la historia eclesiástica deberá necesariamente comenzar por
remontarse a la primera economía de Cristo mismo — pues de Él
precisamente hemos tenido el honor de recibir el nombre — más di-
vina de lo que al vulgo 15 puede parecer.
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