jueves, 23 de febrero de 2017

EL OTRO CRISTO ESPAÑOL-004

 EL OTRO CRISTO ESPAÑOL 
Un Estudio de la Historia Espiritual de España  e Hispanoamerica
Por JUAN A. MACKAY
Ediciones Alba
México-Buenos Aires
Versión de GONZALO BAEZ CAMARGO
1952
Ningún principio racional, de interés propio, ha logrado 
jamás superar ese innato individualismo de la naturaleza 
española. Sólo una gran pasión ha logrado tal cosa; pasión 
por el Estado o pasión por la Iglesia. Pero en ambos casos 
la manifestación de esta pasión altruista ha exhibido una 
cualidad peculiarmente española en que reaparece el viejo 
individualismo. Hablando del patriotismo de los españoles, 
Madariaga hace la siguiente observación: "El español, 
pues, siente el patriotismo como el amor, en forma de 
pasión que absorbe el objeto (la patria, la amada), y lo 
asimila, es decir, lo hace suyo. No pertenece a su país: es 
su país el que le pertenece". La pasión de los españoles 
por la Iglesia ofrece la misma característica. La Iqlesia 
fué absorbida y sus destinos se convirtieron en los de la 
nación española. El honor exigía la conformidad con sus 
ritos y dogmas y la propagación de éstos por el mundo 
entero. Pero ni aun a la Iglesia se le permitió conservar 
su identidad personal en las profundidades del alma es- 
pañola ni el cristianismo logró jamás modificar la actitud 
española fundamental hacia la vida. En materia de hecho, 
España se adueñó de la Iglesia mucho más que ésta de 
España. Y la consecuencia histórica de este hecho, como 
habrá de verse más tarde, fué la descristianización del 
cristianismo en el mundo español. 
Sin embargo, es en los místicos españoles donde se 
ejemplifican con más perfección los rasgos distintivos del 
individualismo español. En ellos descubrimos, como en 
ningunos otros representantes de la raza, el alma de Es- 
paña. El misticismo español no es, como el neoplatónico 
y el alemán, un misticismo de molde intelectual y meta- 
físico, sino un brote espontáneo y original, de índole natu- 
ralista, cuvo origen se halla en una pasión ética por la li- 
bertad interior. Tan estrecho es el ambiente, así social 
como religioso, del alma mística, v tan infinita su as- 
' España, M. Aguilar, Madrid, 1934, pág. 25. 
piración, que se crea en su interior una elevadísima tensión 
en la cual se vacía a sí mismo de todo deseo, pensamiento 
y sentimiento. Pasando por una "noche oscura" asciende 
a la cumbre del Carmelo espiritual, y sus sublimes alturas 
contempla, o mejor dicho, posee a Dios. La pasión del 
místico español, tal como se manifiesta, por ejemplo, en 
San Juan de la Cruz, el más clásico de sus tipos, no es 
perderse en Dios sino apropiarse a Dios, poseerlo en el 
sentido más pleno y absoluto. Su individualidad es tan 
vigorosa que quisiera absorber aun a la misma Deidad. 
Como bien podría suponerse, este tipo tan único de misti- 
cismo no formó escuela. Los místicos españoles son gran- 
des almas individuales v solitarias, cada una de las cuales 
siente que "lleva dentro un rey", al cual ha obligado a 
descender a su corazón. 
Aquesta divina unión 
del amor que yo vivo, 
hace a Dios ser mi cautivo 
y libre mi corazón. 
Tal cantó Santa Teresa en una de sus poesías más 
famosas. Y añade: 
mas causa en mí tal pasión 
ver a mi Dios prisionero 
que muero porque no muero. 
Para Dios y para ella, la muerte sería la afirmación de 
la suprema libertad. 
El individualismo primitivo de la raza ibérica ha cons- 
tituido un factor determinante en la historia y vida de 
Sudamérica. Con el correr del tiempo, la arrogancia espa- 
ñola se transformó en "arrogancia criolla", forma extrema 
de egotismo ■ egolatría podríamos llamarle'— que el emi- 
nente sociólogo argentino Carlos Octavio Bunge considera 
como uno de los tres rasgos principales de la psicología 
sudamericana^ Son sugestivas en extremo dos de las 
pequeñas ilustraciones que Bunge ofrece de esta cualidad. 
Una está tomada de la heráldica, la otra de la literatura 
* V. Nuestra América. 
sudamericana. La divisa de la República de Chile es: 
"Por la razón o por la fuerza". Cuando el poeta José Her 
nández, autor de Martín Fierro, la epopeya clásica de las 
pampas, hubo terminado su poema, hizo pedazos su gui- 
tarra para que dedos ajenos no pudieran pulsar sus cuerdas 
continuar la narración de las hazañas de su gaucho.^ 
ste pasaje es un eco evidente de cosa semejante hecha 
por Cervantes. Al terminar la vida de Don Quijote, Cide 
Hamete Benenqeli cuelqa la pluma en la espetera, donde 
habrá de permanecer por siglos y siglos, pues sólo él ha 
nacido para escribir la vida del gran manchego. 
Sin embargo, esta arrogancia se ha manifestado en 
formas mucho más serias en la vida sudamericana, apa- 
reciendo como un irrefrenable deseo de obtener poder 
sobre los demás. Un escritor mexicano, refiriéndose a la 
pasión por conquistar puestos administrativos al servicio 
del gobierno, acuñó la pintoresca desiqnación de "cani- 
balismo burocrático". Esto ha reducido al mínimo la capa- 
cidad de admiración y enqendrado un espíritu aplanador 
de envidia. A nuestra América '—dice el escritor argentino 
Manuel ligarte— le ha faltado la sagrada facultad de 
poder admirar. En vez de nivelar en las crestas ha querido 
nivelar en los valles, abatiendo- toda superioridad indivi- 
dual. En un artículo intitulado "La Crueldad Sudameri- 
cana,io el brillante escritor y político peruano, Haya de la 
Torre, llama la atención a una sombría consecuencia del 
mismo modo de ser. Hace notar que en el momento en que 
un hombre alcanza prominencia en cualquiera esfera, es 
" En este punto el cantor 
buscó un porrón pa consuelo, 
echó un trago como un cielo, 
dando fin a su argumento; 
y de golpe el instrumento, 
lo hizo astillas contra el suelo. 
"Ruempo", dijo, "la guitarra, 
pa no volverme a tentar, 
ninguno la ha de tocar, 
por siguro tenganló; 
pues naides ha de cantar 
cuando este gaucho cantó." 
" En El Universal Gráfico, México, D. F., abril 6, 1931. 
asaltado cruelmente por celosos rivales con el prurito de 
aniquilarlo. Más tarde, cuando la muerte lo ha hecho 
inofensivo, todo el mundo se suma a su apoteosis. Fué 
un sociólogo alemán, añade Haya, muy familiarizado con 
Sudamérica v a quien conoció en Berlín, quien le llamó 
la atención, de modo muy enfático, a la verdad de ese 
hecho. "Ustedes (los sudamericanos) '—le decía este cien- 
tífico^ no respetan nada en los demás; sólo los muertos 
se salvan en la América Latina." Seqún este principio, 
explicaba él el exagerado culto a los muertos en el conti- 
nente del sur, la belleza de los cementerios, la falta de 
capacidad crítica para estimar la obra de un hombre 
fallecido. "Mientras viven, la crueldad los destroza, y 
cuando mueren, la superstición los respeta." 
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 Similitud
Y sucedió que tan pronto como Moisés se acercó al
campamento, vio el becerro y las danzas; y se encendió la ira de Moisés, y
arrojó las tablas de sus manos, y las hizo pedazos al pie del monte. Y
tomando el becerro que habían hecho, lo quemó en el fuego, lo molió
hasta reducirlo a polvo y lo esparció sobre el agua, e hizo que los hijos de
Israel la bebieran. Exódo 32,19

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