martes, 30 de enero de 2018

CAP. XI JUAN DIAZ-REFORMA EN ESPAÑA

HISTORIA DE
LA INQUISICIÓN Y
LA REFORMA EN ESPAÑA
                                                                                                   SAMUEL VILA
 

Capítulo XI
 Juan Díaz y Francisco de Sanromán
1. Juan Díaz: Su conversión.
Juan Díaz era natural de Cuenca. Residió en París unos trece años, según las referencias que poseemos,  reformada, conversión en la que influyó su amistad con Jaime de Enzinas, durante el tiempo que éste residió también en París, por el año 1541.
Ya vimos al hablar de Jaime de Enzinas que París no constituía un ambiente propicio para que un reformado se sintiera a sus anchas, y menos aún un hombre de letras, por lo que Díaz abandonó esta ciudad en compañía de Mateo Budé y Juan Crespin y se fue a Ginebra, hacia el año 1545, donde permaneció durante
algún tiempo en la casa de otro español, Pedro Galés, del que hablaremos más adelante.
Pasó luego a Estrasburgo, a principios de 1547, donde fue aceptado en la comunidad protestante, gozando de gran prestigio por sus estudios teológicos en la Sorbona. Su talento y su cortesía le valieron la amistad de Bucero. En compañía de éste y bajo su dirección, nombrados ambos por el Consistorio de dicha ciudad, fue enviado como representante suyo al Coloquio (o controversia) que entre católicos y protestantes debía celebrarse en Ratisbona, y a la vuelta del cual sufrió la trágica muerte que referiremos, tomando por base el relato de su amigo Claudio Senarcleus.
 En el viaje a Ratisbona se encontró Díaz con su compatriota el doctor Pedro Malvenda, dominico, a quien conocía desde París, y que debía ser antagonista suyo en la conferencia. Malvenda, que ignoraba el cambio operado en los sentimientos religiosos de su amigo, se mostró altamente sorprendido y horrorizado al enterarse del mismo, lamentándose de que los herejes se jactarían más de la conversación de un solo español que de diez mil alemanes. Intentó disuadir a su antiguo amigo de las nuevas ideas, pero fue en vano. Malvenda trató del caso con el confesor del emperador, De Soto, y así fue corriendo la voz entre los españoles de que un compatriota suyo se había hecho protestante. Entretanto, se celebró el Coloquio con escaso o nulo resultado, como era de costumbre en estos casos, y Díaz hizo unas crónicas muy objetivas del mismo, que se conservan. Terminada las conversaciones, Díaz se trasladó a un pueblecito llamado Neoburg, en Baviera, para dirigir la impresión de un libro de Bucero. Por otra parte, a través de un tal Marquina, llegó la voz de la conversión de Díaz a un hermano suyo, Alfonso, doctor en leyes, desde años jurisconsulto en Roma. Al enterarse del paso dado por su hermano, que consideró una deshonra para la familia y para el mismo Juan, Alfonso, inflamado por el orgullo y por el entusiasmo, se dirigió inmediatamente a Alemania, acompañado por una persona de su confianza, determinado a hacer entrar en razón a su hermano, de una u otra forma. Al llegar a Ratisbona preguntó por su hermano, pero los amigos de Juan Díaz, quizás alarmados por algunas expresiones de Malvenda, y sabiendo la animadversión que sentían en general los españoles hacia aquellos de sus compatriotas que se hacían protestantes, procuraron ocultar el lugar donde Juan se hallaba, pero Alfonso lo descubrid al fin.
 Después de consultar con Malvenda, Alfonso Díaz se dirigió a Neoburg. Allí hizo todos los esfuerzos, durante varios días, para conseguir que su hermano volviera al seno de la Iglesia Católica, pero no adelantó ni un paso en su porfía. En vista de esto decidió cambiar de táctica; simuló que los argumentos de Juan le habían hecho entrar en la duda acerca de su propia fe y ávidamente escuchaba a su hermano mientras éste le explicaba con fervor las doctrinas protestantes y le mostraba su base bíblica. Cuando creyó que Juan había tragado el anzuelo, le propuso que lo acompañara a Italia, donde su presencia podría ser más útil, ya que allí tendría un campo de trabajo más amplio porque las doctrinas reformadas eran menos conocidas. A Juan no le pareció mal la propuesta, pero, antes de decidirse, consultó con sus amigas protestantes, los cuales unánimemente se lo desaconsejaron de modo formal. Por aquellas fechas había llegado de Italia Ochino, huyendo de la persecución desencadenada en Roma a la muerte de Juan de Valdés, y se hallaba en Augsburgo; requerida su opinión, señaló al punto, por carta, los peligros y lo descabellado del proyecto.
No sabemos si es que Alfonso no desesperaba aún de poder atraer a su hermano a Italia, donde juzgaba le había de ser mucho más fácil volverlo al buen camino, o si ya había decidido eliminarlo, lo cierto es que se dispuso para regresar a Roma; pero le rogó a su hermano que lo acompañara hasta Augsburgo para hablar personalmente con Ochino, declarando que no insistirá más sobre el proyecto de ir Juan a Italia si la opinión de Ochino, después de hablar de viva voz, fuera todavía desfavorable.
Esta propuesta parecía tan razonable que Juan había ya accedido a ella; pero impidió su viaje la llegada de Bucero y otros dos amigos, que, desconfiando de las mañas que Alfonso podía desplegar para convencer a su hermano, se habían concertado para visitar a Juan. Este renunció entonces a ir con Alfonso y se quedó en Ratisbona con su amigo Senarcleua.

VIDA DE FRANCISCO DE ENZINAS


HISTORIA DE
LA INQUISICIÓN Y
LA REFORMA EN ESPAÑA
                                                                                                   SAMUEL VILA

6. Resto de su vida. Sus obras.

Melancton escribe a Joaquín Camerario en 1545: «Ha vuelto a Wittemberg nuestro Francisco, librado por la Divina. Providencia y sin el auxilio de ningún hombre; le he mandado escribir una relación que te mandaré pronto> Esta relación son sus Memorias, ya citadas, que se titulan: De statu Belgico, deque religione Hispanica. Historia Francisci Enzinas Burgensis, la cual no llegó a imprimirse entonces. Están escritas en un fluido y elegante latín, y sobre ellas ya hemos adelantado un comentario anteriormente.

Por un tiempo permaneció Enzinas en Wittemberg, en casa de Melancton, y desde allí se enteró, por cartas de sus amigos de Flandes, de que se le había mandado comparecer y declarado hereje.
En 1546 lo encontramos en Estrasburgo, con Bucero. Imprimió en Basilea dos obras, una posiblemente la historia de la muerte de Juan Díaz, colaborando con Senarcleus, testigo presencial del hecho; otra, una diatriba contra el Concilio de Trento. Hacia 1548 se casó con Margarita Elter, de Estrasburgo, matrimonio del que le nacieron dos hijas.

A consecuencia de varios desengaños había pensado en dirigirse a Constantinopla, pero su matrimonio con Margarita Elter le hizo cambiar de planes. Más adelante. en 1548, recomendado por Melancton a Eduardo VI y al arzobispo Cranmer como persona de excelentes dotes y erudición, ajeno a todo fanatismo y distinguido por su piedad y graves maneras, obtuvo un puesto como profesor de griego en la Universidad de Cambridge.
Residió poco tiempo allí; en 1549 regresó al continente por asuntos editoriales. Entre 1550 y 1551 tradujo e imprimió cinco libros de Tito Livio y seis de las Vidas paralelas, de Plutarco, al español. Tradujo también a Tucídides y a Luciano. En 1551 estuvo en Ginebra para conocer a Calvino, con quien tenia desde tiempo

correspondencia.

Murió, así como su esposa, de la peste, en Augsburgo en 1552.

viernes, 26 de enero de 2018

LA CASA DE DOÑA CONSTANZA.

 LA CASA DE DOÑA CONSTANZA. 
 EMMA LESLIE 
Traducción libre del frances
 Publicado en Madrid 1894
 
Las víctimas de este «santo oficio,» como se le llamaba, re- 
clutadas entre los judios, los moros y los herejes de Aragón y 
Cataluña, se elevaban ya á la cifra de trece mil, y se espera 
ba ver aumentar el número mucho más. 
La España, en efecto, gracias á las incesantes emigraciones 
de valdenses y albigenses, no se habla visto purgada de estas 
pretendidas herejías. Se trataba, pues, de -arrojarlas |de una 
vez para siempre, al mismo tiempo que á los moros y á los 
judíos, que pudieran todavía haber quedado. Los calabozos, 
el suplicio de la rueda, los instrumentos de tortura, eran para 
ello unos medios eficaces. Estos procedimientos tenían ade- 
más la ventaja de que, haciendo desaparecer á las víctimas, 
permitían al rey llenar con los bienes de ellas sus arcas vacías. 
Fue con este doble objeto que el último rey de Espa- 
ña, Fernando el Católico, habia solicitado del Papa una bula, 
proclamando el establecimiento de la Inquisición. 
El soberano pontífice, que veia en esto un medio de enca- 
denar con un lazo en cierto modo indestructible la España al 
papado, se habia apresurado naturalmente á concederla. 
Esta institución no era, sépase bien, del gusto de todos. 
Un gran número de notables de Sevilla habían ya discutido, 
alrededor de las hermosas fuentes de sus suntuosos patios. 
los medios de combatir este tribunal odioso, cuyos juicios 
inicuos amenazaban hacer desaparecer el saber, asi como las 
libertades civiles y religiosas. Sumas considerables hablan 
sido enviadas, á título de regalos al Sumo Pontífice, para ob- 
tener de él la reforma de los abusos inquisitoriales. 
La ciudad habia enviado al encuentro del nuevo rey de- 
legados, encargados de hacerle prometer, antes de su llegada 
y de su confirmación en el trono, algunas mejoras en este 
sentido. 
Era aquella una misión difícil. Para ella habia sido elegi- 
do D. Pedro de Castro, señor rico y poderoso, que se estaba 
preparando para marchar á Asturias, donde debia hacer su 
primera parada el joven monarca. Esta elección, que parecia 
asegurar el éxito de la empresa, habia alegrado mucho á los 
amigos del delegado. Mas no podia decirse lo mismo de su 
joven esposa. 
Doña Constanza esperaba ser pronto madre, y no le pare- 
cía bien que en momento tan solemne su marido emprendiese 
un viaje tan largo y tan peligroso. Mas por nada en el mun- 
do hubiera impedido que su marido cumpliese lo que consi- 
deraba un deber, y cuando algunos dias después de su par- 
tida dio á luz un precioso niño, casi olvidó la pena que le 
produjera la ausencia de su marido. Tan grande fue en ella 
la alegría de ser madre. 
Cuando hubo pasado el tiempo necesario para su resta- 
blecimiento, comenzó á recibir á sus amigas en el patio, muy 
orguUosa de hacerles admirar su precioso tesoro. 
La primera pregunta que se le hizo naturalmente fue el 
nombre del niño. 
—¡Oh! Pedro, seguramente— respondió— meciendo con 
amor en sus rodillas á su niñito, muy envuelto en sus paña- 
les, y cuyo rostro fresco y rosado parecía respirar salud. 
— ¿Y cuándo piensa usted bautizarlo?— preguntó una de 
las visitas. 
—Cuando don Pedro haya vuelto de la misión que tiene 
que cumplir cerca del joven rey— respondió la encantadora 
madre, muy alegre, mirando siempre á su querido niño. 
— ¡Nuestro joven rey — replicó su compañera. — ¿Porque 
es usted madre ya se cree usted vieja, Constanza? Me pare- 
ce, sin embargo, haber oído que es usted, poco más ó me- 
nos, de la edad del príncipe Carlos. ¡Tienen ustedes, pues, 
en este año de gracia de 1517 ambos la venerable edad 
de diecisiete años! ¡ He ahí que es usted muy vieja en 
verdad! 
— Soy tan dichosa como se puede ser — respondió con los 
ojos bajos y ñjos en su niño, y velando con el más exquisito 
cuidado que ninguna gota de agua viniese á caer sobre su 
rostro. (Los españoles son amantes del aire, pero no tienen 
en general la misma predilección por el agua.) 
— Creo, en efecto, que si los santos, y la misma Santísima 
Virgen Maria pudiesen estar celosos, podrían estarlo de una 
madre que tiene á su primogénito en sus brazos. 
Constanza levantó sus grandes y rasgados ojos, con refle- 
jos de ébano. 
— ¿Piensa usted que esto sea posible, Inés? 
— Confieso que nunca me he preocupado de esas cosas. Dejo 
ese cuidado á una amiga que tengo en Valladolid, doña Leonor 
de Vivero. Ella me ha hecho partícipe de algunas de sus re- 
flexiones, y la he rogado guardarlas prudentemente para sí 
sola, si no quería atraerse algún disgusto. 
— Es, creo, por lo que usted me ha dicho, una judía, per- 
teneciente á la clase de los nuevos convertidos. Tendrá la 
intención, quizá, de volver á su antigua fe? 
— No lo creo. Pero tiene ideas bastante extrañas tocante á 
las doctrinas católicas. Tienen, en apariencia, mucho pareci- 
do con las de esos albigenses que han dado tanto que hacer 
al Santo Oficio. 
— ¡Qué lástima que esas gentes, así como los judíos y los 
moros, hayan venido á establecerse en España! Sin ellos ten- 
dría ahora á mi marido conmigo. 

sábado, 20 de enero de 2018

EL SEÑOR JESUCRISTO SALVÓ A MI MADRE



EL SEÑOR JESUCRISTO 

SALVÓ A MI MADRE
Por el Autor del blog

Ya olvidé el año. Posiblemente era 1,997.  En una ocasión deposité una ofrenda monetaria para un canal de televisión cristiano. Al llamar por teléfono  a las oficinas centrales, la persona que me atendió ofreció orar por el motivo que yo quisiera. YO PEDÍ BENDICIONES Y SEGURIDAD PARA MI  MADRE y hermanos. No recuerdo si antes o después de esta ofrenda, tuve un  sueño.
 "En el mismo veía  que estabamos parados con mi madre en una especie de muelle en un mar revuelto de tierra y espumoso. Subitamente  mi madre resbaló o ella mismo se tiró al agua. vi el lugar donde ella se hundió y vi algunas burbujas de sus ultimas respiraciones. Yo no pude hacer mayor cosa,el agua de color café  y amarillo no dejaba ver nada y además sentía pavor al agua. En un momento dijé en el sueño:-Dios mío, gracias por el tiempo  que permitiste que mi madre estuviera a nuestro lado"_ desesperanzado estaba, cuando de pronto apareció  sorpresivamente a mi lado otra vez mi madre en el muelle,.."
Como a los 15 días de este sueño y de haber enviado yo la ofrenda al canal de Televisión , y que hubieron orado por mi  familia, sucedió lo siguiente.
Un domingo , por la tarde mi hermano mayor viajó a la capital, llevando a mi madre a hacerse un chequeo rutinario médico. En ese viaje a la capital de Guatemala, pasando por el territorio del departamento de Sololá,como a las 5.30 o 6.00 P. M.  un bus de pasajeros, como siempre sucede lamentablente en este país,  a demasiada velocidad y de forma imprudente se pasó al carril contrario,. Mi hermano para no chocar maniobró el carro pero casí se estrella contra un paredón. de allí salío  lanzado al barranco.   En ese momento,en una Iglesia Evangélica DONDE CELEBRABAN SU CULTO  cerca de la carretera, un miembro de la misma, salió afuera y alcanzo a ver que "unas luces" iban hacía el fondo del barranco. Inmediatamente este señor entró a contar lo que  había visto, por lo que un grupo  salió a investigar que habia acontecido. 
Resulta que el auto rumbo al fondo del abismo, iba dando volteretas y de pronto impacta con un pino. Pero impacta en la parte trasera. Mi hermano en su desperación quería abrir la portezuela, pero estaba trabada y no  pudo hacerlo.  De haberla abierta habrían quedado expuestos a caer al abismo profundo. En ese momento ya el grupo de evangélicos  sololatecos había descendido como 15 metros y entre todos ayudaron a sacar a mi hermano y a mi madre del auto. Luego los llevaron a la humilde Iglesia y desde allí  conducidos al hospital de Chimaltenango. Mi madre quedó sumamente adolorida de su espalda sin ninguna fractura o golpe de gravedad. Se me olvida en este moment si ella o mi hermano le tuvieron que entablillar  el dedo  anular de una mano. Pero  ninguno resultó fracturado  y al otro día ya estaban caminando. El auto quedó aplastado en la parte trasera,irreparable. 
Cuando a los dos días vinieron a casa, familiares , hermanos evangélicos y amigos, miraban un milagro ante sus propios ojos, dos personas  "QUE HABIAN VUELTO A NACER". La parte trasera del automovil se "arremango totalmente hasta llegar a los sillones traseros,  Si el auto choca de frente con el pino el impacto hubiera matado a mi madre y ami hermano.
 A raíz de eso, el pastor evangélico A. Barillas, iba siempre a orar y a leerle pasajes de la Biblia a mi madre, apromadamente  antes de un año, una mañana el pastor después de visitar a mi madre ,casí al salir de casa me dió la noticia mas ESPERADA Y BRILLANTE QUE YO ESCUCHARA EN MI VIDA: "SU MAMÁ  ACEPTÓ HOY A JESUCRISTO COMO EL SEÑOR Y SALVADOR DE SU VIDA".
  22 años después de mi hermano  y 17 después que yo, mi madre aceptó el glorioso evangelio de Jesucristo.

 Ella falleció el 21 de Mayo de 2,011. Algún día en el futuro nos abrazaremos en presencia del Padre y del Senor Jesucristo. !Hasta pronto, MADRE! 
_______________________
Relacionado a mi madre Marta López Palacios
 "En la primera congregación formada  en el segundo  piso de la casa, por el año 2003, vinieron una grupo de jovenes procedentes de la capital. En el servicio dominical y durante el tiempo  de la oración y ministración , una señorita con el don de la profecía, sin saber quién era el anfitrión  y quién era mi madre , se acerca a ella  y le dice : “Dios dice que le has agradado, que te ama mucho, Y  dice también que: LE HAS SERVIDO MUCHOS PLATOS A SU MESA”.
  Al fnalizar el servivio mi madre(Q.E.P.D) muy gozosa nos compartió lo que le había dicho la joven.  Este breve  mensaje fue de mucha bendición para mi, porque  desde  muy pequeño  vi a mi madre, extender al necesitado, especialmente a las mujeres con hijos pequeños,  un vaso y un plato lleno de cereal, pan, tortillas, y además ropa…
 ¡Bendito sea mi Dios, quién me dio una madre con un corazón sumamente noble y misericordioso."


CUANDO SE CUMPLE UN DESEO EN DIOS




“ En cierta oportunidad fui invitado juntamente con mi familia, a un viaje en crucero 
por el Caribe, creí, por el hecho de estar en alta mar, que nadie me reconocería, que iba a descansar. 
Era el tiempo del desayuno cuando alguien llegó con su azafate a servirme y 
acercándose me dice: Hermano Otho, yo acepté a Cristo allá en la Central.
En otra oportunidad llegué a Costa Rica, y estando en la sala del lugar donde me
 hospedaron escuché a dos personas comentando entre sí: Acá en Guanacaste, escucho
 por la radio el programa de un señor que predica en Guatemala, y como quisiera 
conocerlo personalmente, pues es un hermano que habla con muchos deseos; volví
 la mirada hacia esta persona y le dije:
__Hermana, yo soy ese señor. –“
Fragmento de testimonio de Apóstol Otthoniel Rios Paredes




sábado, 13 de enero de 2018

Capítulo I CARTA ABIERTA AL LIBRE PENSADOR -Pablo Burgess


láticas Intimas 
con los de 
Otras Creencias 
Pablo Burgess 
Cuarta Edición 
Quezaltenango 
1950 
  
 A la memoria de mi Abuela 
 Mary Henderson Hertz 
 Quien más que otra persona alguna 
 me enseñó a apreciar a 
respetar las creencias ajenas, dedico 
con profundo respeto y vivo amor 
esta cuarta edición. 
El autor


 "Pláticas Intimas 
con los de 
Otras Creencias"
Capítulo I 
CARTA ABIERTA AL LIBRE  
PENSADOR 
 
Te saludo por medio de la presente, presentán- 
dome como creyente evangélico convencido. Nues- 
tras diferencias en ideas son motivo suficiente, creo 
yo, para entablar una correspondencia. Empiezo 
por reconocer que tú te has tomado un hermoso 
nombre, que siempre me ha gustado. El pensar es 
lo que eleva al hombre por encima del mundo ma- 
terial, encima también de toda la creación animal. 
Ese sér, pequeño y débil, que la ciencia separa de 
los demás animales con el nombre de "homo sapiens" 
(hombre) se encuentra en medio de fuerzas 
muy superiores a las suyas. ¡Que parecido a la nada 
parece el hombre ante la Catarata del Niagara! Cuán 
impotente aun ante el elefante de la India! Pero aun- 
que débil en cuerpo el hombre tiene un poder en su 
 pensamiento que hace al elefante llevar sus pesadas 
cargas y al Niágara le hace iluminar sus ciudades 
de noche y mover las pesadas máquinas de su indus- 
tria de día. Las fuerzas ciegas de la Naturaleza y 
los instintos de los animales obedecen a ese poder 
superior en el hombre que analiza y coordina, y que 
llamamos su pensamiento. Debe ser la ambición 
de todo hombre que aprecia su puesto en el mundo, 
llegar a pensar bien y así merecer el título de pensa- 
dor, es decir alcanzar por experiencia y análisis loa 
conocimientos y las convicciones que le darán dere- 
cho a este título. También el ser "libre" en el 
sentido de no ser esclavo de prejuicio, ni pasiones, 
ni hombres, es un estado digno y altamente desea- 
ble. ¡Ojalá que todo el mundo fuera "Libre Pen- 
sador" en este sentido! 
Pero desgraciadamente los títulos que los hom- 
bres se dan no siempre nos proporcionan una idea 
cabal de los principios que siguen. Así sucede en 
el presente caso. Pues los principios y creencias 
que se han juntado bajo esta bandera del Libre 
Pensamiento muy poco tienen de común con lo 
esencial de este concepto. 
Continuará... 



miércoles, 10 de enero de 2018

NOCHES CON LOS ROMANISTAS POR EL REV. M.H. SEYMOUR.

 NOCHES 
CON LOS ROMANISTAS
POR EL REV. M.H. SEYMOUR. 
OBKA TRADUCIDA DEL INGLES Y COMPENDIADA, 
POR EL REV. H. B. PRATT. 
CAPITULO PRIMERO. 
 
pAG 37- 43  
LA LECTURA DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS. 
En una retirada parroquia de Irlanda, á distancia 
de cinco ó seis millas de donde yo vivia, se hallaba la 
residencia de un caballero hacendado. Su esposa y fa- 
milia eran muy adictas á las cosas religiosas, y él mismo 
reconocía que los efectos del Romanismo, en las formas 
peculiares que tomó en aquella parte del pais, impedían 
en mucho el progreso y la mejora de la población. Esta 
familia era muy bondadosa y atenta conmigo, y á solici- 
tación suya la visitaba una vez todas las semanas. 
Hacian arreglos para que hubiese una congregación 
compuesta de la familia, los criados, los trabajadores y 
los labradores vecinos, los cuales se reunían la noche 
señalada, con el objeto de que yo hiciera oración con 
ellos y les dirigiera una plática improvisada. 
Un dia en que yo iba á la casa mencionada, observé 
que se habla parado un convoy fúnebre donde se cruza- 
ban dos caminos. Deseoso siempre de no ofender las 
preocupaciones inocentes, aunque supersticiosas, de la 
gente sencilla del campo, me apeé y conduje mi caballo 
por un lado de la procesión, deteniéndome un rato para 
saludar á los que se hallaban reunidos. Mi caballo era 
casi blanco, y puesto que la gente tenia un sentimiento 
supersticioso — relacionado, segun creo, con la visión do 
la Muerte montada en un caballo pálido — de que alguna 
desdicha acompaña á cualquiera que vaya en un caballo 
blanco en dirección opuesta á la que sigue un entierro, 
adopté el plan de apearme y dirigirles unas palabras de 
cortesía. Observaron el partido que tomé, y apreciaron 
el motivo. 
Era esta una de las escenas llamadas subasta del 
CADÁVER. La costumbre era muy antigua, y hace mucho 
tiempo que ha sido estirpada del pais ; pero aun existia 
en este distrito retirado. Estoy hablando de veinticinco 
años atrás. 
Esta era la costumbre : el entierro se detenia en 
cada encrucijada del camino que conduela al cementerio, 
posando el ataúd en medio del camino. El objeto osten- 
sible de tal ceremonia era el de reverenciar la forma de 
cruz, representada por la encrucijada ; mas el objeto 
real parece mas bien que era, el que en tales parajes esta- 
ban seguros de encontrar mayor número de pasajeros. 
Puesto el ataúd en el suelo, el sacerdote, ó alguno que 
funcionaba por él, se colocaba al lado del féretro, y teni- 
endo en la mano un sombrero, pedia á los amigos del 
finado sus "ofrendas" para el alma del difunto. Estas 
" ofrendas " eran dinero colectado á favor del sacerdote, 
para que ofreciese misas por el alma del difunto en el 
purgatorio. El sacerdote mismo solia colectar el dine- 
ro, algunas veces en un plato, otras en el sombrero. El 
ataúd estaba colocado en la encrucijada y al paso que 
cada persona presentaba su " ofrenda," el sacerdote pre- 
gonaba- el valor de esta. El efecto de esto era muy gra- 
cioso, porque al dar alguno sus seis peniques, el sacer- 
dote mencionaba su nombre y la suma que daba : 
" Paddy Bryan, seis peniques ; Paddy Bryan, seis peni- 
ques siguiendo así, como el pregonero en una venta 
pública, hasta que se hacia otra " ofrenda ;" y luego co- 
menzaba, " Jaime Riley, un chelin ; Jaime Piley, un che- 
lín ;" repitiéndolo así, hasta que se daba otra ofrenda, y 
entonces clamaba, " Billy O'Connor, un penique ; Billy 
O'Connor, ¡ solamente un penique!" De este modo con- 
tinuaba modulando el tono de su voz para lisongear el 
orgullo de los que le daban mucho, y para avergonzar á 
aquellos que le daban poco. Toda la escena parecía una 
subasta, y esto dió origen al título de subasta del cadá- 
ver. Los ademanes y la voz del sacerdote, cuyo objeto 
era el de recoger lo mas pingüe posible de las ofrendas — 
los semblantes de los amigos, que se veían precisados á 
mostrar su aprecio por el difunto según el valor de sus 
"ofrendas" — el aspecto airado de algunos, cuyas modes- 
tas donaciones habían sido desdeñadas por el tono des- 
preciativo del sacerdote — los rostros burlones de la gente 
jovial, riéndose del modo con que muchos daban su plata 
avergonzados y mal de su grado — todo formaba ima esce- 
na de la comedia mas risible. Era imposible no hallarse 
divertido, aunque todo se verificaba delante de un ataúd 
que contcuia los últimos restos de un ser humano. Una 
benévola compasión hácia esta pobre gente hubiera sido 
un sentimiento mucho mas apropósito. 
Seguí mi camino, y cuanto mas reflexionaba sobre 
esta escena, tanto mas me convencía de que era una de 
aquellas de la mas grosera estorsion, ejecutada sobre la 
sencillez supersticiosa áe una gente sencilla y supersti- 
ciosa á la vez — gente que mas que ninguna otra de las que 
yo he conocido, es susceptible y zelosamente sensible á las 
opiniones de sus vecinos. El sacerdote, modulando los 
tonos de su voz, habia puesto en juego este sentimiento, 
y así sonsacaba al pueblo. La escena me impresionó 
tanto, que haciendo la plática por la noche, á una gran 
reunión de católicos romanos y protestantes, referí el 
suceso, y condené la costumbre. Siempre me he regoci- 
jado de que los pobres campesinos se alentaran con mis 
palabras ; las circularon con ardor, y fueron recibidas 
con no ménos ardor por toda la comarca. Desde aquel 
momento la costumbre cayó en desuso ; y lo que hacían 
entonces era poner una mesa á la puerta de la casa en 
donde habia un difunto, y los que entraban ó pasaban 
hacían una "ofrenda," ó no, según querían. Esto era 
mucho mas decente. En aquel vecindario, pues, nunca se 
presenció otra vez la escena de la subasta del cadáver. 
Miéntras hacia la plática en la ocasión espresada, 
dije á la congregación que tales escenas no ocurren jamas 
en un país donde se lee la Biblia, porque un pueblo in- 
struido en las Escrituras, no se dejaría engañar de este 
modo. Dije que no existe ese lugar que llaman purga- 
torio ; que nunca se menciona en las Sagradas Escritu- 
ras. Dije que no hay modo de rescatar por dinero las 
almas de los muertos ; que las Sagradas Escrituras no 
refieren nada que se parezca á esto. Y añadí terminan- 
tómente, que los sacerdotes católicos romanos se oponen 
á la circulación de las Sagradas Escrituras, porque las 
Sagradas Escrituras no sancionan tales cosas, y porque 
si el pueblo las leyera, no se sometería á tales engaños : 
y que aunque dan varias y diferentes razones, la verda- 
dera es esta — se arponen á la Biblia, porque la Biblia se 
opone á ellos. 
Era mi costumbre pasar la noche en la casa en que 
había predicado ; y en esta ocasión me dijeron por la 
mañana, que varios católicos romanos me aguardaban 
para hablar conmigo. Hallé unos diez y ocho ó veinte 
hombres reunidos en una pieza, á donde algunos de la 
familia se dirigieron conmigo. Habían traído con ellos 
á un interlocutor, joven y esperto, que tenía gran renom- 
bre en la comarca, como una especie de campeón contro- 
versista de la Iglesia Romana. Hubo una conversación 
inconexa entre ellos, sobre la subasta del cadáver y la 
plática de la noche anterior, y pronto eché de ver que 
nuestra convérsacion podia girar con provecho sobre el 
derecho que tiene el pueblo de leer por sí las Sagradas 
Escrituras — asunto controvertido en el país mas que 
ningún otro en aquella época. Los ministros protes- 
tantes exhortaban al pueblo á que las leyese y juzgase 
por sí mismos respecto de ellos : los sacerdotes católicos 
romanos negaban que los legos tuviesen el derecho de 
leerlas, y amenazaban con la escomunion á todos los que 
las leyeran. 
Dejando al interlocutor, me dirigí á uno de la reunión, 
cuyos amigos habían emigrado á la América, y de quienes 
estaba esperando, de un dia á otro, cartas y remesas de 
dinero, con la esperanza de seguirlos. " V. está esperan- 
do cartas," le dije, " que le darán noticias de la tierra 
lejana á donde sus amigos han emigrado ya. Estas car- 
tas le darán informes sobre todas las dificultades que 
tendrá que arrostrar, los peligros que debe evitar y los 
deberes que ha de cumplir. Estas cartas le dirán tam- 
bién lo adverso ó próspero que puede esperar en ese país 
remoto ; y quizas le comunicarán los medios por los cua- 
les V. podrá llegar con seguridad allí, y unirse otra vez 
con sus amigos. Ahora bien, supongamos que han lle- 
gado estas cartas ; que las ha pedido V. en la oficina de 
corréos ; que el administrador rehusa entregárselas ; que 
á consecuencia de esto, V. insiste en el derecho que tiene 
á las cartas que le han sido escritas, y vienen destinadas 
para que V. las lea ; que el administrador rehusa todavía, 
diciendo que es mucho mejor que no se las dé, porque 
V. es un hombre indocto é ignorante, capaz de equivo- 
carse respecto del sentido de las cartas, y que podría 
usar para su propio perjuicio del dinero que contienen — 
y que por lo tanto juzga mas prudente guardarse las 
cartas y la encomienda, añadiendo que V. debe estar 
contento con lo que él tenga á bien comunicarle." Pre- 
gunté al hombre, como estarla dispuesto á obrar en tal 
caso. 
La espresion de sus ojos pareció indicar que com 
prendia perfectamente el objeto verdadero de mi pregun- 
ta ; j contestó, que obligarla al administrador á que le 
entregase las cartas ; diciéndole, que venian dirigidas á 
él ; que tenia derecho á ellas ; que estaban destinadas 
á darle informes, y que las tendria, por mas que él se 
opusiera á ello. 
Pero si él le dijese que V. era un hombre ignorante, 
y que podia equvocarse. ¿como le contestaria ud.? 
Respondió, que en todo caso haria la prueba ; que 
habiendo logrado obtener las cartas, las leerla, y haria lo 
posible para entenderlas, recurriendo, si fuese necesario, 
á otros paraque le ayudasen ; pero que de todos modos 
obtendria las cartas y á nadie permitirla quitárselas. 
"Este," dije yo al punto, "es precisamente el caso 
respecto de las Sagradas Escrituras ; son la Palabra 
de Dios, como todos sabemos, y fueron dictadas por el 
Espíritu Santo para nuestra enseñanza y conocimiento 
respecto de la Tierra de Promisión — la tierra celestial 
hácia donde estamos viajando. Aquí no somos sino 
" peregrinos y estrangeros," emigrados, que miramos 
hácia adelante á otro mundo, no en verdad mas allá del 
océano, sino mas allá del sepulcro ; y las Sagradas 
Escrituras, semejantes á las cartas que V. espera, fueron 
escritas para precavernos de los peligros y pecados que- 
dificultan el camino ; para alentarnos con las promesas 
y esperanzas que penden de la fé y la santidad, y para 
hablarnos de toda la bienaventuranza, pureza y felicidad 
del cielo. Ahora pregunto yo ¿qué es lo que usted  debe 
hacer cuando cualquier hombre, bajo cualquiera pretesto, 
procura impedirle la lectura de las Sagradas Escrituras 
escritas como lo fueron para usted., y á cuya lectura tieno 
usted tanto derecho como lo tiene á la luz del sol ó al aire 
del cielo?" 
El interlocutor le cortó aquí la palabra, y contestó 
por él; diciendo que las Sagradas Escrituras son un libro 
muy oscuro y muy difícil de ser entendido ; que confunden 
á los teólogos mas grandes y sabios de todas las iglesias; 
que por esto son mal entendidas y peor usadas ; que los 
nombres sencillos é indoctos como ellos, labradores, cam- 
pesinos y obreros, no pudiendo entenderlas, las interpre- 
tarían mal ; que estaban destinadas para la Iglesia y no 
para el pueblo, y que por tanto pertencian al clero, que 
se compone de hombres instruidos y santos, y no á los 
legos, que son hombres ignorantes é indoctos. 
" Y ¿ cómo," le dije yo, " contestarla V. á los niños de 
escuela que dicen que el alfabeto es muy difícil de enten- 
der, que las reglas de la aritmética lo son también, que 
la doctrina del catecismo es muy difícil de retener en la 
memoria, y que todo es tan difícil que seria mucho mejor 
echar á un lado tanto el alfabeto como la aritmética y 
el catecismo? Yo por mi parte," continué diciendo, ''les 
contestaría que deben leerlos y estudiarlos mas y mas, 
y luego volver á leerlos y estudiarlos, y que verían á 
eu tiempo que ya no son difíciles, sino perfectamente 
fáciles de entenderse. Ahora pues, ¿ cómo les contes- 
taría usted.?" 
No dió respuesta. Varíos de los presentes dijeron 
que yo mismo había dado la verdadera contestación, á 
'saber : repetir la lectura. " Pues bien," continué yo, si 
ustedes ms. hallan que las Escrituras son difíciles y oscuras, 
deben leerlas otra vez, y volver á leerlas, y así, con la 
benedicion de Dios, hallarán á su tiempo que son bastante 
fáciles." 
" Y ¿ puedo preguntarle á V.," dije al interlocutor 
suavemente, como si fuese á mudar de asunto, "¿en que 
lenguage el sacerdote celebra la misa en esta parro- 
quia ? " 

lunes, 8 de enero de 2018

Capítulo X CARTA ABIERTA AL JUDIO Por Pablo Burgess


          A LA MEMORIA DE PABLO BURGESS
 _______________________________________________
  Pláticas Intimas 
con los de 
Otras Creencias 
Pablo Burgess 
Cuarta Edición 
Quezaltenango 
1950 
  
 A la memoria de mi Abuela 
 Mary Henderson Hertz 
 Quien más que otra persona alguna 
 me enseñó a apreciar a 
respetar las creencias ajenas, dedico 
con profundo respeto y vivo amor 
esta cuarta edición. 
El autor

 "Pláticas Intimas 
con los de 
Otras Creencias"
Capítulo X 
CARTA ABIERTA AL JUDIO 
Padre y hermano mío: 
Casi no me atrevo a dirigirte una carta abiertá
pues podía fácilmente entenderse en el sentido de 
un ataque no provocado a un anciano que no hace 
mal a nadie. Porque tú a través de las persecu- 
ciones milenarias que te han tocado aguantar, has 
aprendido una gran paciencia y una tolerancia ad- 
mirable para con las demás comunidades religiosas 
y muy rara vez sales a la palestra de las discusiones 
populares, a no ser que te piquen. Y como a lo 
que menos aspiro es el ser torero, no quisiera ser 
acusado de empezar el pleito. 

Pero tengo un encargo de predicar el Evange- 
lio a toda criatura por parte de mi Señor y cuando 
procuro hacerlo en los trenes y en los hoteles, en 
las plazas y en las tiendas, de repente me encuen- 
tro contigo y me haces alto. Tú tienes algo en tu 
corazón que no puedes callar y yo también por mi 
parte tengo que decirte. Mejor es hablar con fran- 
queza lo que sentimos y no esconderlo. Platique- 
mos pues. 

Te oigo decir que no tienes necesidad de estar 
prestando oídos al Evangelio de este Cristo quien 
en resumidas cuentas era un mal judío, traidor a 
las tradiciones de sus mayores; que quisiera saber 
con qué derecho nos metemos a promulgar la Biblia 
al mundo siendo ésta el libro de tu pueblo; que los 
que hoy se jactan de ir a lá vanguardia de la civi- 
lización moderna, los ingleses, alemanes, franceses, 
etc. eran salvajes rústicos cuando tu pueblo tenía 
una cultura que brillaba en la gloria de Salomón; 
que en cuanto a las obras de caridad y de beneficio 
social los judíos siempre van a la cabeza etc. etc. 

Te contesto confesándome hijo de Abraham 
según la carne. Aunque nací en un hogar cristiano 
conocí las tradiciones y costumbres judáicas por 
miembros de la familia que aun persistían en la 
comunidad Israelita. Si de la sangre se habla yo 
también soy hebreo de los hebreos y me gozo con- 
tigo por las glorias de nuestra historia. Veo en la 
raza judía la levadura que con más poder ha obrado 
para impulsar el adelanto y el progreso en todas 
las naciones. Me enorgullezco por los triunfos de 
los de nuestra raza en el campo científico, literario, 
artístico y comercial. También siento contigo las 
persecuciones de que ha sido objeto el pueblo israe- 
lita desde el tiempo de Faraón hasta el tiempo 
de Hitler. Al ver lo poco que los cristianos hemos 
sufrido por nuestra fe cuando se compara con los 
sufrimientos y persecuciones de los Beni Israel, ca- 
si me avergüenzo de ser cristiano. 
Por ser de tu misma raza también siento con- 
tigo las acusaciones que nos hacen los Gentiles de 
ser «listos» en cuestiones de negocios hasta el extre- 
mo de ser poco escrupulosos, de ser embusteros 
envanecidos y vulgares y de  alabarnos a nosotros 
mismos por nuestras buenas obras. Quisiera decir 
que no es así pero tengo que confesar que el vulgo 
odia a los Judíos no sólo porque crucificaron a Cris- 
to, sino porque en muchísimos casos se han hecho 
merecedores del odio popular. Quisiera decir que 
no es justo condenar todo un pueblo por las faltas 
de algunos individuos, pero no puedo olvidar que 
nuestros padres gritaron: "Su sangre sea sobre 
nosotros y sobre nuestros hijos" (Mateo 27:25) y 
que en toda línea de la vida, justos pagan por peca- 
dores. No digo que los vicios de que se acusan a los 
Judíos no se encuentren en otras razas pero sí con- 
fieso que el hecho de que los haya en este pueblo lo 
siento casi como una vergüenza persona!, ya que 
tu pueblo es también mi pueblo y el pueblo escogi- 
do de mi Dios. En todo lo manifestado me siento 
Judío. Tú eres mi hermano.  
Continuará.. 
  Copyright Disclaimer Under Section 107 of the Copyright Act 1976,
allowance is made for fair use for purposes such as criticism, comment, news
reporting, teaching, scholarship, and research. Fair use is a use permitted by
copyright statute that might otherwise be infringing. Non-profit, educational
or personal use tips the balance in favor of fair use