LA BÚSQUEDA FINAL
Rick Joyner
1997
Si puedes regocijarte en lo que el Cielo está registrando acerca de tu vida, ciertamente eres bendito. Los hombres ven como por un vidrio oscuro, por lo que sus historias estarán siempre nubladas, y algunas veces completamente equivocadas.»
«¿Cómo fue que tantos otros líderes te estimaran tanto?», pregunté, absorbiendo con dificultad todavía lo que estaba oyendo.
«Muy pocos, incluso muy pocos cristianos, tienen el verdadero don de discernimiento. Sin este don es imposible discernir la verdad con precisión en aquellos tanto del presente como del pasado. Incluso con este don es difícil. Hasta que no hayas estado aquí y mientras
no hayas sido "desnudado", juzgarás a los otros a través de prejuicios distorsionados, sean positivos o negativos. Por eso se nos advierte que no juzguemos antes de tiempo. Hasta que hayamos estado aquí, realmente no podemos saber qué está en el corazón de los demás, sea que estén desempeñando buenas o malas obras. Ha habido buenas motivaciones aun en los hombres peores, y malas motivaciones hasta en los mejores.
Tan solo aquí pueden los hombres ser juzgados tanto por sus obras como por su intenciones.»
«Cuando regrese a la tierra, ¿podré discernir la historia con mayor precisión debido a que he estado aquí?» «Estás aquí porque has orado al Señor para que Él te juzgue severamente, te corrija inmisericordemente, de manera que puedas servirle más perfectamente.
Esta fue una de las solicitudes más sabias que jamás hayas hecho.
Los sabios se juzgan a sí mismos para no ser juzgados. Aun los más sabios piden que el Señor les juzgue, puesto que se dan cuenta que no se pueden juzgar bien a sí mismos. El haber venido aquí te dará mucha más sabiduría y discernimiento, pero en la tierra siempre
verás a través de un vidrio oscuro, por lo menos hasta cierto grado.
Tu experiencia aquí te ayudará a conocer mejor a los hombres, pero solo cuando estés aquí en forma definitiva podrás conocerlos totalmente.
Cuando te vayas de aquí estarás más impresionado por cuan poco conoces a los hombres, en lugar de por cuan bien los conoces.
Esto es igualmente cierto en relación con las historias de los
hombres.
A mí se me ha permitido caminar contigo porque de cierta
81
LA BÚSQUEDA FINAL
forma te he discipulado mediante mis escritos, y el conocer la verdad
acerca de mí te ayudará», concluyó el famoso reformador.
Luego, una mujer a quien no conocía avanzó un paso hacia adelante.
Su belleza y su gracia eran fascinantes, pero no de una forma sensual ni seductora. «Yo fui la esposa de él en la tierra», comenzó.
«Mucho de lo que conoces acerca de su persona realmente venía de mí, por lo tanto, lo que estoy por decir no es solo acerca de él, sino de ambos. Puedes reformar la iglesia sin reformar tu propia alma.
Puedes dictar el curso de la historia, mas no hacer la voluntad del Padre, ni glorificar a su Hijo. Si te comprometes a ti mismo a realizar la historia humana, lo podrás hacer; pero será un logro pasajero que se evaporará como un puñado de humo.»
«Pero, la obra de tu esposo, o su trabajo, impactaron grandemente para el bien a cada generación que vino después de él. Es difícil imaginar cuan oscuro hubiese estado el mundo sin él», protesté.
«Cierto, pero puedes ganar a todo el mundo y aun así perder tu propia alma. Sólo si mantienes pura tu propia alma podrás impactar al mundo para los verdaderamente eternos propósitos de Dios.
Mi esposo perdió su alma a causa mía, y solo la encontró al final de su vida porque fui llevada de la tierra a fin de que él pudiera lograr esto. Mucho de lo que hacía era más por mí que por el Señor. Yo lo presionaba, e incluso le di mucho del conocimiento que él enseñaba.
Lo usaba como una extensión de mi propio ego, porque como mujer en aquel tiempo no podía ser reconocida personalmente como una líder espiritual. Me posesioné de su vida de manera que pudiera vivir la mía a través de la suya. Al poco tiempo lo tenía haciendo de
todo para probarse a él mismo ante mí.»
«Debiste haberla amado mucho», dije, mirándolo.
«No. Realmente
ni siquiera la amaba. Ni ella me amaba. De hecho, después de unos pocos años de matrimonio ya ni nos queríamos el uno al otro.
Pero ambos nos necesitábamos, así es que encontramos una forma de trabajar juntos. Nuestro matrimonio no era un yugo de amor sino uno de esclavitud. Mientras más exitosos llegábamos a ser, más infelices éramos. Y más empleábamos la decepción para engañar a aquellos que nos seguían. Hacia el final de nuestras vidas éramos unos vacíos desdichados. La mayor influencia que obtienes por tu
autopromoción, y tu mayor esfuerzo por retener aquella influencia,
82
EL TRONO BLANCO
más oscura y cruel tornarán tu vida. Los reyes nos temían, pero nosotros temíamos a todos, desde los reyes hasta los campesinos.
No podíamos confiar en nadie porque vivíamos tal grado de decepción
con nosotros mismos que ni siquiera confiábamos el uno en el otro. Predicábamos amor y confianza porque queríamos que todos nos amaran y confiaran en nosotros, pero nosotros mismos temíamos y secretamente odiábamos a todos. Si predicas las más grandes verdades, pero no las vives, eres tan solo el más grande de los hipócritasy el alma más atormentada.»