jueves, 14 de noviembre de 2024

UNA VISIÓN DE LAS EVIDENCIAS DEL CRISTIANISMO -*1797*

UNA VISIÓN

DE LAS EVIDENCIAS

DEL CRISTIANISMO

 VOL. I

EN TRES PARTES:

 Parte I. De la evidencia histórica directa del cristianismo;

 y en qué se distingue de la evidencia alegada de otros milagros:

 Parte II. De la evidencia auxiliar del cristianismo.

 Parte III. Una breve consideración de algunas objeciones populares.

POR WILLIAM PALEY, M. A:

ARCIDIÁCONO DE CARLISLE. EN LA SEXTA EDICIÓN.

EN DOS VOLÚMENES.—VOL, I.

 LONDRES:

 IMPRESO PARA R. FAULDER, NEW BOND STREET. MDCCXCVIII

Al HONORABLE Y CORRECTO

REVERENDO JAMES YORK, D. D.

LORD BISHOP DE ELY.

1797

1-2

Mi LORD,

CUANDO hace cinco años esperaba un puesto importante en la Universidad de Cambridge esperaba la disposición de Su Señoría, usted tuvo el agrado de ofrecérmelo. Las circunstancias en las que se hizo esta oferta exigen un reconocimiento público. Nunca había visto a Su Señoría: no poseía ninguna conexión que pudiera recomendarme a su favor: me conocía, sólo por mis esfuerzos, en común con otros, para cumplir con mi deber como tutor en la Universidad; y por algunas publicaciones muy imperfectas, pero ciertamente bien intencionadas y, como usted pensó, útiles desde entonces. En una época en la que no faltan ejemplos de patrocinio honorable, aunque esto no merece ser mencionado en relación con el objeto de su elección, no es inferior a ninguna en la pureza y desinterés de los motivos que la impulsaron.

No pretendo predecir cómo se puede concebir el trabajo. Mi primera oración al respecto es que pueda ser de beneficio para alguien; mi segunda esperanza es que pueda ayudar a lograr lo que siempre ha sido mi sincero deseo de promover, la parte religiosa de una educación académica. Si desde este último punto de vista parece, en algún grado, excusar la decisión de juicio Su Señoría, de su Autor, me sentiré gratificado por la reflexión de que, a una generosidad que fluye de principios públicos, he hecho que la Pluma retribuya lo mejor que he podido. Mientras tanto, y en todo caso, me regocijo por la oportunidad que aquí se me brinda de testificar el sentido que tengo de la conducta de Su Señoría, y de una nota que considero como la más halagadora de mis palabras.

Soy

Mi Señor, My Lord

Con sentimientos de gratitud y respeto,

Su Señoría: fiel

 y muy obligado servidor,

W. PALEY.

Contenido del primer volumen

 Consideraciones preparatorias de la credibilidad antecedente de los milagros

 PARTE I.

o LA EVIDENCIA HISTÓRICA DIRECTA DEL CRISTIANISMO, Y EN DONDE SE DISTINGUE LA EVIDENCIA ALEGADA DE OTROS MILAGROS.

Hay evidencia satisfactoria de que muchos que profesaban ser testigos originales de los milagros cristianos pasaron sus vidas en trabajos, peligros y sufrimientos, voluntariamente soportados para dar fe de los relatos que presentaban, y únicamente como consecuencia de su creencia en esos relatos; y que también se sometieron, por los mismos motivos, a nuevas reglas de conducta

Consideraciones preparatorias

CONSIDERO innecesario probar que el hombre tiene necesidad de una revelación, porque no he conocido a ninguna persona seria que piense que incluso bajo la revelación cristiana tenemos demasiada luz, o algún grado de seguridad que sea superfluo, deseo además que al juzgar el cristianismo se recuerde que la cuestión se encuentra entre esta religión y ninguna: porque, si la religión cristiana no es creíble, nadie, con quien tengamos que tratar, apoyará las pretensiones de otra. : Supongamos entonces que el mundo en que vivimos ha tenido un Creador; supongamos que aparece de el objetivo y tendencia predominantes de las Disposiciones y artificios observables en el universo, que la Deidad, cuando formó a N. consultó para la felicidad de su creación sensible; supongamos que la disposición que dictó esta oración continúe: supongamos que una parte de la creación ha recibido facultades de su Creador, por las cuales son capaces de rendir obediencia moral a su voluntad, y de perseguir voluntariamente cualquier fin para el cual él las ha designado; Supongamos entonces que el mundo en que vivimos tiene un creador, supongamos que surge de la tendencia predominante de las disposiciones y artilugios que existen en el universo, que la Deidad, cuando lo formó, buscó la felicidad de su creación sensible.

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