sábado, 10 de mayo de 2025

PASTOR TORREGROSA EN CHILE 159-172

 CUARENTA

AÑOS DE LUCHA

MOISÉS TORREGROSA

SANTIAGO DE CHILE

1921

159-172

«La concurrencia fué como de 150 personas, habiéndose notado de una manera clara la presencia de Dios, quedando todos con tan gratos recuerdos que no tan fácilmente se olvidarán.

Dios nos conceda ver disiparse las densas tinieblas de la superstición

y que luzca en su lugar, el sol de justicia y de verdad.José Torre-GROSA.—Valparaíso, 16 de Mayo de1896.»

Grandes y provechosas fueron lasexperiencias adquiridas por don JoséTorregrosa, en la obra del Señor enValparaíso.

Su consagración a la obra, su pasión por las almas y su predicación ardorosa,producían tal efecto en el ánimo delos asistentes, que éstos buscaban conintensidad y agonía el perdón de suspecados. Almas nuevas permanecían cada noche, después de terminado el

culto, ansiosas de ser enseñadas en las doctrinas consoladoras del evangelio.

Durante tres años trabajó intensamente con aquellas almas conduciéndolas

a Cristo y procurando el arreglo de sus condiciones sociales. Según sus

apuntes, en ese lapso de tiempo, llevó de continuo matrimonios para ser legalizados por la ley y fué testigo enno menos de 50 de estos matrimonios.A principios del año de 1898, al salirel Rev. José Torregrosa de Valparaíso,dejaba una congregación de 80 probandos,

54 en plena comunión y unnúmero de no menos de 100 adherentes

CAPITULO IX

En Chile (II)

La obra en Santiago

La obra de la Iglesia Metodista  Episcopal extendíase a fines del año de 1897, por diversas ciudades y pueblos de la parte Norte, Centro y Sur del país. En Santiago habíase comenzado la obra, pero se había abandonado por dureza del terreno, esperando una

mejor oportunidad.

La Conferencia Anual celebrada a principios del año de 1898, viendo el éxito que el Rev. José Torregrosa había tenido en Valparaíso, le trasladó a Santiago, para que comenzase

allí. Efectuado el traslado, comenzó a estudiar el campo y a buscar un local adecuado en un centro populoso de la ciudad.

Pronto encontró uno en calle de San Pablo, frente a la Plazuela. Desde allí disparó sus primeros tiros de metralla contra el enemigo.

A los pocos días comenzó a llamar la atención del vecindario. De cuarenta a cincuenta personas comenzaron a frecuentar los cultos. Hombres borrachos de vida dudosa, de costumbres depravadas comienzan a transformarse y convertirse, pero juntamente con esto, comienzan los ataques de los elementos hostiles, interrumpiendo las

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reuniones, provocando al pastor y arrojando piedras, cohetes y toda clase de inmundicias dentro del salón.

El espíritu de don José se deshacía en él.

«No puedo andar por las calles escribía en aquel tiempo—sin sentir compasión por esa multitud de almas, sumidas en la más grande ignorancia acerca del verdadero Dios y como consecuencia lógica, enfangada en la corrupción más lastimosa.

 Me interrumpen las reuniones, y me insultan, escarnecen y apedrean. Con frecuencia me siento obligado a caer de rodillas delante de mi Señor que me ha enviado como oveja en medio de lobos, para que me conceda toda la fuerza de su Espíritu Santo para llevar adelante esta difícil obra.»

Con fecha 12 de Agosto de 1898, La Ley, diario entonces muy en boga. hacía en sus columnas la siguiente denuncia:

«Intransigencia religiosa.—

En la calle de San Pablo, frente a la Plazuela de este nombre, funciona desde hace algún tiempo, una iglesia evangélica, donde, tres veces por semana, se dan conferencias públicas, a las que asisten numerosas personas.

«En ella se predica la doctrina protestante y se hace propaganda a su favor.

«Desde hace algún tiempo, varios jóvenes conservadores, entre los que figura un oficial de la Guardia Nacional, acuden a estas conferencias a provocar desórdenes, insultar al pastor protestante y molestar, por todos los medios posibles. En una ocasión en que fueron amonestados por aquél y reconvenidos por su incorrecto proceder, le acometieron, dándole de bofetadas. Por más que el pastor ha solicitado el auxilio de

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de la policía, no ha podido lograr que se impidan estos inauditos atropellos.

«La conducta observada por los provocadores, a más de la falta cometida,

revela hasta dónde puede llegar la intransigencia religiosa».

En la sesión de la Conferencia Trimestral del 15 de Enero se expresó don José en los siguientes términos, acerca de estas experiencias:

«Séame permitida aquí una digresión, para decir que estoy, hace veintiún años, al servicio del Señor y, especialmente en España, he sufrido bastantes contrariedades por largo tiempo, hasta el extremo de estar seis meses preso; pero, jamás Satanás había llegado a herir mi rostro, como lo ha hecho en Chile. Gloria a Dios porque he recibido esta nueva experiencia. Jamás había confiado que yo podría aguantar semejantes pruebas; pero, gracias a El, he recibido este nuevo poder, de dominar mi hombre viejo por la causa del Señor».

La obra, empero, seguía adelante, contra viento y marea. Noche tras noche, eran las reuniones interrumpidas por los enemigos, empecinados en detener su progreso. Pero, en medio de todas estas dificultades, la obra del Señor seguía siempre adelante.

Al final de los seis meses de trabajo tenía don José unas 40 personas convertidas,

y decidió buscar un nuevolocal, más amplio, el que ocupó en San Pablo 1694.

Mejoró la asistencia en el nuevo local, y se creyó llegado el momento de la organización formal de la iglesia, acto que tuvo lugar el 8 de Octubre de 1898.

Dividió a los miembros en clases, les nombró un guía, según el sistema deWesley. Reuníase frecuentemente con ellos y les daba instrucciones, desarrollándose las clases muy satisfactoriamente.

Presentó un plan de finanzas, que fué acogido con entusiasmo por la iglesia, comenzando los hermanos, desde el primer año, a contribuir al sostén del pastorado.

Dió principio a una clase de canto, para enseñar los himnos, y numerosas personas se interesaron.

Las reuniones de experiencias eran vivas y muy interesantes. Los testimonios eran cortos y seguían, sin perder un minuto, uno después de otro.

 Las palabras de aquellas almas agradecidas brotaban del corazón, los ojos de los asistentes llenábanse de lágrimas. Estas reuniones eran tan bien asistidas como las del día Domingo, y se prolongaban hasta las diez u once de la noche, pues era imposible detener a los hermanos en su deseo de testificar a Cristo.

Pronto organizó una sociedad de señoras, y con ellas se reunía, una noche en la semana, a fin de instruirlas en la Palabra de Dios y hacerlas idóneas para colaborar en la obra. Este elemento femenino llegó a ser muy eficaz en la extensión del Evangelio.

La Escuela Dominical interesó siempre al señor Torregrosa. Al terminar

su primer año de trabajo, tenía una matrícula de 18 niños, 22 niñas y 40 adultos. A todos los dividió y clasificó en grupos.

Abrió locales de predicación en diversas partes de la ciudad, los cuales estaban a cargo de los guías y exhortadores que él había nombrado. Siempre concurría él y tomaba parte, remachando cuanto se había dicho y testificado en la reunión. Estos locales fueron el medio de ganar algunas familias nuevas para la iglesia.

Trabajó don José incansablemente,

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por espacio de tres años, en esta capital, tratando de llevar el mayor número de  almas posible al reino de Dios.

Hubo conversiones notables de individuos y de familias enteras. «Irá andando y llorando el que lleva la preciosa simiente, mas volverá a venir con regocijo trayendo sus gavillas.

» Así fué, como dice la Sagrada Escritura,

Con respecto a don José Torregrosa. Vino a romper el hielo del indiferentismo y a desalojar las tinieblas dell error, y el Evangelio se abrió paso.

Fué participante en los sufrimientos de  Cristo, insultado, abofeteado, mas,siempre con pecho de bronce y fe gigante en su Salvador, perseveró en su propósito y el Señor le dió la victoria.

Al terminar su pastorado en la capital de Chile, dejaba don José una

Iglesia Metodista organizada, con 31 miembros en plena comunión, 16 probandos y no menos de 80 adherentes.

Esa fué la iglesia madre de las demás iglesias metodistas, que hoy día se encuentran

establecidas en Santiago.

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