viernes, 9 de mayo de 2025

*TORREGROSA *-CHILE 149-159

 CUARENTA

AÑOS DE LUCHA

MOISÉS TORREGROSA

SANTIAGO DE CHILE

1921

149-159

Don José amaba a esos pecadores, los amaba con amor sin límites, hasta el sacrificio. La pasión por las almas le penetraba y poseía. Pronto pudo notar que cierto número de hombres se colocaban cerca de él al terminar los cultos y se quedaban con él para hacerle preguntas.

Empezó, pues, el señor Torregrosa a tratarlos como amigos y a darles hojitas para cantar. Pero ¡qué cánticos, Señor! Aquello parecía más bien una bandada de choroyes. Un poco más tarde, esos mismos imponían ya el orden, y sacaban arrastrando a los borrachos.

Aquel número de interesados fue creciendo. La semilla sembrada en su corazón iba prendiendo. Comenzaban a verse ya frutos de arrepentimiento, cambio de costumbres y regeneración.

El gozo y el valor del predicador fueron aumentando.

Ya empezó a explicar don José la formación de la iglesia, y a tomar nombres y a visitarles en sus domicilios.

A los tres meses estaba haciendo el trabajo de pastor y misionero.

A los 7 meses de haber empezado la predicación allí, llamó el señor Torregrosa al Presbítero Presidente Dr. Ira H. La Petra para inaugurar la Iglesia Metodista Episcopal en Valparaíso.

Efectivamente, en Diciembre de 1895 trasladóse dicho misionero a

Valparaíso, acompañado de su inovidable compañera, la señora Adelaida W. de La Fetra.

Voy a relatar aquí un hecho que quedó grabado, con viva intensidad, en el recuerdo del señor Torregrosa. Fue el cuadro que el Señor le hizo contemplar en aquella ocasión y que vino a resarcirle con creces, de todo cuanto había allí sufrido.

Cuando estaban en el momento más solemne, de rodillas el pastor y el Presbítero Presidente, para hacer la consagración del pan y el vino, una voz secreta dijo al oído del señor Torregrosa, con tono fuerte, cual voz humana: «Levanta los ojos y admira la grandeza de Dios». El señor Torregrosa continuó inmóvil y reconcentrado en aquel acto; pero como la voz se repitiera, dijo: «Señor, yo nunca he levantado la cabeza, estando hablando contigo». Pero de nuevo aquella poderosa voz le dijo: «Levanta tu frente y admira la grandeza de Dios».

No pudo resistir más y levantó la cabeza mirando en su rededor. Viendo a aquellos pobres harapientos de rodillas con tanta solemnidad, y en medio de aquel silencio religioso, don José quedó absorto.

«Estos son aquellos borrachos que tanto te afligieron con sus relajadas palabras e insultos tan groseros; ahí los tienes, en tus manos los he entregado

»—le dijo el Señor.

Un rasgo, por demás simpático, de esta narración, será consignar aquí que en medio de aquellos pobrecitos, se encontraba sentada la preciosa señora Adelaida W. de La Fetra.

La iglesia se inauguró el 8 de Diciembre, con 14 miembros en plena comunión y 20 probandos, quedando más de 50 adherentes. Todo en el plazo

de 7 meses de trabajo.

CUARENTA AÑOS DE LUCHA 153

De las actas de la Conferencia de 1896, tomamos el siguiente informe:

«La obra en manos del pastor Torregrosa se muestra muy alentadora.

Ha habido un buen número de conversiones y la congregación está creciendo en espiritualidad y en las gracias que forman el carácter cristiano. Las clases de experiencias han sido notables por el número, la precisión y la claridad de los testimonios. El cambio

evidente en las vidas y en las casas de muchos de los miembros, son firmes testigos del poder del evangelio de Cristo para levantar y transformar». —Ira H. La Petra.

En El Heraldo Evangélico, órgano de la iglesia presbiteriana de aquel tiempo, se publicaron las siguientes noticias:

«El Evangelio en el Almendral.—

A nuestro ruego, el hermano señor Torregrosa nos ha comunicado las siguientes líneas acerca de su obra:

«Aquí en este puerto la causa de Cristo marcha mejor de lo que merecemos.

Hemos tenido días de mucho gozo escuchando testimonios preciosos de hermanos que, salidos del vicio y la corrupción, han testificado delante de las gentes de la obra maravillosa que Dios ha hecho en sus corazones, sintiéndose felices y contentos de verse libres de aquella vida degradada y miserable que en un tiempo llevaban.

«Grande es la obra que el Señor está haciendo en esta sección de la ciudad. Creo que ha llegado la hora de la evangelización de este gran campo del Almendral, centro de miserias humanas.

«El Miércoles pasado tuvimos una reunión en un conventillo, donde vive nuestro querido hermano A. Donoso, y allí fuimos terriblemente apedreados, apostrofados e insultados con las palabras más incultas. Allí tuvieron ocasión los hijos de Loyola para demostrar la instrucción religiosa que en este pueblo producen sus enseñanzas diabólicas.

Nosotros, contentos y gozosos, seguiremos a nuestro Salvador, trabajando

en la regeneración de este pueblo, pese a quien pese y mientras dure nuestra vida acá, confiados en que la obra es de Dios y, a su tiempo segaremos si no hubiéremos desmayado.

Su servidor y hermano en Jesús.— JOSÉ TORREGROSA.—Valparaíso, 29 de Febrero de 1896.»

Fué en esos días cuando tuvo lugar la conversión notable de los queridos hermanos Vicente Mendoza y Gaspar Ortíz, a quienes don José Torregrosa

llevó en su corazón hasta el día de su muerte.

Creo de interés insertar aquí un corto testimonio del hermano Gaspar Ortíz. He aquí sus palabras:

«Corría el principio del año 1896; Mi vida hasta ese entonces era una vida miserable y abatida por los vicios.

Muchas veces hice esfuerzos por abandonar mi camino pecaminoso, sin poderlo

alcanzar.

«Cierta noche, una persona amiga me invitó a un culto evangélico en calle

de Maipú. La primera vez no entendí nada de lo que se predicaba y hasta intenté no volver más; pero mi amigo me instó una y otra vez y seguí asistiendo.

«Poco a poco fui comprendiendo las palabras de vida, comprendí el estado triste en que mi alma se encontraba y en esas luchas y conflictos espirituales fué cuando el pastor Torregrosa con su carácter afable y cariñoso, me llevó a la cruz de Cristo, remedio

donde encontré mi paz y salvación.

«Desde entonces el pastor Torregrosa no me dejó un momento. Siempre estaba a mi lado fortaleciéndome en los momentos de angustia, arrojando luz en mi sendero y ayudándome con sus consejos y exhortaciones.

«En el cielo espero ver a aquel que me condujo a Cristo.

«Quiero honrar la memoria de mi pastor siendo fiel a mi Maestro y Salvador.

Gaspar Ortiz.—Santiago de Chile, Enero de 1921.»

El número de almas convertidas y demás personas evangélicas interesadas en oir la predicación era tan crecido, que el local de calle Maipú resultó estrecho, por cuya razón, don José se vió en la necesidad de buscar otro local más espacioso. Y, al efecto,

alquiló uno en calle Chacabuco, esquina Doce de Febrero.

Allí siguió don José predicando con denuedo.

 A las cuatro de la mañana ya estaba en pie para pasar unas cuantas horas en estudio, meditación y oración dedicando el resto del día a recorrer los hogares de las almas recién convertidas.

La obra se afianzaba.

El Espíritu del Señor hacía prodigios en cada reunión.

Abriénronse locales y nombró un buen cuerpo de guías para atenderlos.

El local que mejores resultados dió, en aquellos tiempos, fué el que se

abrió en el Barón.

En Mayo de 1896 aparecían en El Heraldo Evangélico las siguientes líneas: «La marcha del evangelio se está abriendo paso majestuosamente, acrecentando así el número de los redimidos por Aquel que dijo: «El cielo y la tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán», (Lucas 21:33).

«Hace como un mes que entramos a ocupar un espacioso local en la calle

CUARENTA AÑOS DE LUCHA 159

Chacabuco, esquina Doce de Febrero, por habérsenos pedido el que teníamos en Maipú. El Domingo 10 del actual tuvimos la visita de nuestro amado hermano en la fe, Dr. Thomas Wood, Superintendente de la Misión en el Perú, que se encuentra por algunas semanas en el país, con motivo de la ausencia del Dr. La Fetra. Con la lucidez y elocuencia que le son peculiares predicó el Dr. Wood acerca de las palabras de nuestro Señor: «Tomad, comed, este es mi cuerpo». Acto continuo, administró la cena del Señor, de la cual participaron 59 miembros.

 

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