LA BIBLIA VERIFICADA
andrew ARCHIBALD
En otras palabras, estos eran escritos que muchos
consideraban como Escritura, pero que eventualmente
fueron excluidos de la lista de los libros sagrados. Y
no hemos dado la lista de todos ellos. No hubo
sufragio formal tomado acerca de ellos, pero llegaron
á ser considerados por la mayoría de la Iglesia como
inferiores en autoridad. La criba era constante.
Aquí se hallaba una carta que pretendíase era de
Pablo, allí otra de Pedro, ¿Que verdad había? Esto
era discutido, no en concilio eclesiástico, sino por la
Iglesia en general. Unos tomaban la afirmativa, otros
la negativa, y así cada libro era considerado en cuanto
á su mérito ; de esta manera fué el Canon constituido.
Varios siglos llegaron á trascurrir antes de obtener re-
sultado tan unánime como el que hoy se considera
correcto. Esto no era mas que lo que debía espe-
rarse. Allá en el Oriente había una carta apostólica
de la cual la Iglesia en el Occidente no tenía ni aun
EL CANON. 21
noticia durante cincuenta y aun cien años, y conse-
cuentemente los resultados eran tardíos. Era cuestión
de si algunos de los libros del Nuevo Testamento ac-
tual habían de ser admitidos ó no — y esto no entre los
infieles, sino entre los Cristianos mismos.
Los testigos eran francos y honestos. Orígena testi-
fica que Pedro escribió una Epístola, " y aun quizás
dos, por cuanto esto es discutido." Dice también,
" Juan escribió el Apocalipsis y una Epístola de
cortas líneas ; y aun puede ser una segunda y una ter-
cera, pues que todos no las admiten como genuinas."
Al citar de Santiago y Judas añade que en canonicidad
era puesto en duda. Eusebio (nacido hacia 270 A. d.)
da en su historia de la Iglesia una lista de los libros
del Nuevo Testamento. Clasifica la gran mayoría de
ellos como entre " los reconocidos umversalmente."
Como reconocidos " por la mayoría " enumera Judas,
Santiago, Segunda de Pedro, Segunda y Tercera de
Juan. Apocalipsis, dice, " unos lo desechan mientras
otros lo cuentan entre los libros reconocidos," aunque
en su opinión serían recibidos " por todos " á su debido
tiempo. El estudio honesto en cuanto á la evidencia
continuó, hasta que Anastasio (365 A. d.) al enumerar
el contenido del Canon dio los que hoy poseemos y
solamente estos. Eusebio y Anastasio vivían tan cerca
del tiempo de los Apóstoles como nosotros de la llegada
de los Peregrinos á estas playas, es decir unos dos siglos
y medio. Jerónimo que murió en 420 A. d. adoptó
la misma lista que ahora tenemos. Los concilios por
aquel tiempo " sancionaban y ratificaban," como otro
ha dicho, " cuanto había ya tenido lugar espontánea-
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mente " y por medio de " crecimiento normal." Así
han sido fijados los límites del Nuevo Testamento por
medio del sentimiento general Cristiano guiado por los
datos históricos. Ningún concilio decidió el asunto,
ni tampoco voz angélica, sino que se llegó al resultado
por medio de la paciente comparación de opiniones.
No hay unanimidad perfecta de parte del mundo
Cristiano. De vez en cuando un erudito devoto llega
á dudar de la autoridad canónica de la Segunda y
Tercera de Juan ó de la Segunda de Pedro ; pero
mismo si estas fueren desechadas no sufriría el sistema
de la Cristiandad, como tampoco sufriría la Historia
de la Guerra Civil de los Estados Unidos porque un
autor dejara por escribir dos ó tres capítulos de una
obra que llevara su nombre. No obstante, la mayoría
de sentimiento accepta todos los libros del Nuevo Tes-
tamento actual, como Cristo dijo del Antiguo en sus
libros, " ellas son," confidente de que ellas constituyen
la palabra verdadera de Dios.
Nuestra Biblia llega hasta nosotros no por magia ó
encantamiento, sino por medio de canales históricos, y
si algún otro escrito apostólico llegara á hacer su apa-
rición podría ser incluido en el Canon, no por virtud
de aprobación milagrosa desde los cielos, sino por
pruebas históricas ; y es muy probable que se hayan
extraviado Epístolas inspiradas. Pablo, por ejemplo,
en su primera á los Corintios, cap. 5, vers. 9, dice :
" Os he escrito en mi Epístola," aludiendo á una carta
previamente escrita á los Corintios, pero esta no existe
hoy. Y en Col. 4:16, dice, "Cuando esta epístola
haya sido leida entre vosotros haced que se lea tam-
EL CANON. 23
bien en la iglesia de los Laodicenses ; y leed vosotros
también la Epístola de Laodicea ; " pero no tenemos
Epístola á los Laodicenses, á menos que la Epístola á
los Efesios fuese, como algunos piensan, una Epístola
circular designada también para los Laodicenses.
Ahora pues, si estas dos Epístolas á las cuales se
refiere el Apóstol llegaren á ser halladas, pasarían por
el mismo escrutinio que nuestro Nuevo Testamento
tuvo que sufrir en cada uno de sus libros, y si la
opinión universal en su mayoría llegase al fin á ser
favorable á su autenticidad, podían ser colocadas entre
las demás cartas de Pablo. Por esto es que nuestra
Biblia no tiene una base fabulosa, sino histórica, y por
esto tiene mas fuerza á la faz del mundo.
No adoramos en ignorancia ; no es nuestra fe una
superstición ciega ; creemos por causa de la plena
evidencia. Pedimos examen en lo que toca al origen
de nuestros libros sagrados. No fueron producidos
como dice Pablo " en un rincón." Han sido accesi-
bles á todos desde un principio, de modo que el que
quiso pudo leer. Estamos pues agradecidos á una
Providencia bondadosa que los ha puesto por obra en
la urdiembre y en la trama misma de la Historia de
tal manera que su credibilidad no puede ser atacada
sin poner en duda el hecho importante del desarrollo
mismo de la humanidad. Nuestra fé esta basada en
la palabra clara de Dios, y así repoNuestra fé esta basada en
la palabra clara de Dios, y así reposamos sobre la roca,
contra la cual la corriente de la incredulidad se ha
estrellado en vano durante los pasados siglos. Las
olas de asalto escéptico se han roto sobre ella para
disiparse en insípida espuma. La grande y reverada
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Biblia parece levantarse en triunfo después de cada
embate, exactamente cual la roca aparece emergiendo
de las rompientes cuando la marca del océano ha per-
dido su fuerza. 1
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